La invención de Hugo Cabret

 

Autor: Iker Castro Andreu
Curso: 1º ESO-B
IES Alhendín. Alhendín (Granada)

 

Raúl es mi tío. Raúl no es el tipo de tío que te dice si conoces un libro, has visto una peli o has oído hablar de tal o cual grupo de música. Raúl si es ese tipo de tío que te acerca a las cosas: “Iker, mira este libro, vamos a ver esta peli, escucha esta canción…” Y así te va enseñando y te va invitando a conocer un mundo de posibilidades en el que aprender pasándotelo bien.

Mi tío pertenece a una gran familia de curiosos: la familia de mi padre, en la que todos y cada uno de ellos devoran enormes libros que pueblan la mesa del salón y las estanterías. Cuando vamos a casa de mis abuelos (antigua casa de ellos) siempre hay algún súper libro que alguno tiene entre manos y a menudo se oyen frases como: “¿está chulo?” “cuando lo termines me lo pasas” o “léete este que te va a gustar”.

Y así, de esa manera, cayó en mis manos La invención de Hugo Cabret. Un fin de semana fui de visita a casa de mis abuelos y de nuevo, al entrar en el salón, de la manera más esperada y lógica, encontré un libro con un pequeño papel encima en el que ponía “Para Iker”

Otra vez él, otra vez Raúl me había llevado de la mano a otra aventura apasionante, esta vez, a conocer a Hugo…

Hugo Cabret es un libro que te engancha a leer desde el primer momento. Sobre todo si eres una persona como yo al que se le gana por las ilustraciones. Tiene unos dibujos fabulosos… sus hojas son de una fina cartulina de color negro que te hacen adentrarte más y más en la triste historia de un niño huérfano que se busca la vida en una estación de ferrocarril de París. Jo, encima París.

¿Cómo no vas a querer seguir leyendo una y otra página, detenerte en cada una de ellas y adentrarte en esa triste y mágica historia que se desarrolla en una triste estación de una mágica ciudad?

En esos días me sentía un poco apenado ya que Hugo no tenía una vida fácil y pensar en él me ponía triste. A pesar de ser un adolescente un poco huraño y mal encarnado era capaz de conectar con un abuelillo muy tierno que conocía de la estación. Yo siento empatía con ese abuelo ya que produce mucha ternura porque su forma de ser me recuerda a mi cuando me enfado o no reconozco las cosas a tiempo.

También sentía algo de envidia porque Hugo tiene una relación muy bonita con una chica y me daba por pensar lo difícil que es tener una buena amiga como ella…

Desde luego también me sentía feliz por no estar en el lugar de él, por no tener su vida, una vida tan dura para un niño que podrá tener mi edad. Eso me hacía valorar lo que tengo y dar gracias por ello.

Si, así fue. Mis cenas fueron mucho más rápidas de lo normal durante una semana. Subía las escaleras aceleradamente para reencontrarme con Hugo y seguir compartiendo con él un buen rato cada noche.

Y así, al grito de “Iker apaga la luz” me perdía con él en la estación deseando ayudarlo, escucharlo y acompañarlo un día más en ese mundo de engranajes que es la vida.

 

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