El señor de los ladrones

Autor: Alberto Fernández Rodríguez
Curso: 2º ESO – A
IES Alhendín, Alhendín (Granada)

Faltaba un día para que nos dieran las vacaciones de Navidad. Algunos alumnos de segundo de la ESO estaban apuntados a un club de lectura y dentro de ese grupo de alumnos me encontraba yo.

Nuestro profesor de lengua llegó cargado con una caja gigante. Algunos ya nos lo imaginábamos, seguro que eran libros para Navidad. Cuando los repartió entre los miembros del club de lectura, todos pusimos la misma cara y casi al unísono dijimos: ¡Profesor, este libro es larguísimo!, a lo que él respondió con toda la razón del mundo: ¡Tenéis toda las Navidades!

Abrí el libro por la contraportada y miré la parte inferior derecha de la última página, ¡casi quinientas páginas! Lo cerré y lo guardé en mi mochila.

Fueron pasando los días de vacaciones y esa cifra no se me borraba de la cabeza, ¿Cómo me voy a leer ese pedazo de libro? Nunca encontraba el momento de empezar y a la semana de vacaciones se podría decir que me olvidé de él.

Me olvidé de él hasta que un día una tormenta se apoderó del cielo, pero no una tormenta cualquiera: los truenos parecían romper el suelo con sus crujidos y la lluvia era capaz de hundir incluso el Arca de Noé. Gracias a esta tormenta se fue la luz. Parecía mentira; sin luz no sabía qué hacer, no podía ver la tele, jugar a la consola y el día me impedía salir a la calle.

El aburrimiento se apoderó de mi cuerpo, no sabía qué hacer. Subí a mi cuarto para ponerme el pijama y lo ví allí, aquel libro gigante que no era capaz de leer. Cogí una linterna, me metí en la cama y leí el título, El señor de los ladrones. Seguidamente leí el resumen, tenía buena pinta, pero la cifra no se borraba de mi mente. Aún así comencé a leer.

Empecé a pasar sus hojas y cada palabra se convertía en una imagen en mi mente; casi sin darme cuenta, esas imágenes me hicieron sumergirme en aquella historia de dos hermanos huérfanos que se lanzan a la aventura. Era increíble, la historia transcurría en Venecia. Mi cuerpo estaba tumbado en la cama, pero mi mente y alma estaban en Venecia junto con Próspero y Bonifacio y su pandilla de jóvenes ladrones. Podía oler los pasteles de una cafetería cuando pasaban ante ella y sentir lo mismo que sentían ellos. Sus páginas volaban por mis manos hasta que de repente…

“¡Albertooooo, son las diez! ¿No piensas bajar a cenar?” ¡Cómo!, ¡eran las diez!, llevaba cuatro horas leyendo en mi cama y parecía haber pasado sólo cinco minutos. Bajé a cenar. La luz había vuelto y la tormenta había amainado, aunque todavía llovía. Ya no quería ver la tele o jugar a la consola, sólo quería estar con mis dos mejores amigos Próspero y Bo y recorrer con ellos todas las calles de Venecia.

Pasaron dos días y el libro llegaba a su fin, cada hoja que pasaba la historia se ponía más interesante o daba un giro de ciento ochenta grados que hacía cambiar todos mis pensamientos. Cogí su última página, la leí y un final feliz me hizo sonreír como nunca lo había hecho. Me despedí de mis dos nuevos amigos con un hasta pronto. Cerré el libro y lo dejé en mi mesita de noche. La verdad, el gigantesco libro no era tan largo, si no más bien demasiado corto.

 

El señor de los ladrones

Autora: Anna Paula García Auvieux
Curso: 2º ESO – B
IES Alhendín, Alhendín (Granada)

Mi libro preferido: tres dudosas e incómodas palabras para un intrépido lector, una persona que haya leído cientos y cientos de libros, no puede optar solo por un libro, aunque mi caso es diferente.

Todo empezó una mañana, la primera clase de Lengua del nuevo curso. Él se sentó, nos miró fijamente y, como todo profesor, nos felicitó por haber llegado a un nuevo año escolar. Luego de haber acabado la clase, rápidamente dijo:

­ Solo quiero terminar diciendo que este año se volverá a abrir el club de lectura. ¿Alguien quiere apuntarse?

Solo unos pocos levantaron la mano. Yo seguía pensando lo que hacer ya que no era alguien a la que le gustase leer, pero decidí hacerlo. Levanté la mano y apuntó mi nombre en un gran papel blanco.

Varias semanas después, llegó a nuestro instituto una caja enorme llena de libros. Empezamos la clase y todos fuimos a nuestra aula aunque por un problema que hubo nos tuvimos que traspasar a la biblioteca. Sin embargo, eso no paró a nuestro profesor, el cual vino lleno de alegría. Abrió la caja lentamente y nos dijo:

­ Ya han llegado los nuevos libros del club de lectura.­ y repartió uno a cada componente del club. Lo cogí; la verdad es que pesaba bastante para su tamaño.

Tenía una tapa lisa y suave, el aspecto lo decía todo, y en la portada con letra roja y en mayúscula ponía: El señor de los ladrones. Aunque el aspecto me gustaba mucho, lo primero en que me fijé fue en la cantidad de páginas, 400. Decía en mi cabeza: “no me gusta leer y además me dan uno de 400, ¡qué buena suerte tengo!”.

El libro trababa sobre la aventura de Próspero y Bonifacio, dos hermanos sin madre que escaparon de su ciudad natal y fueron a la húmeda Venecia. Ellos también eran componentes de una banda de niños ladrones, dirigida por Escipión, más conocido como el señor de los ladrones. Lo leí en una semana, ni un día más, ni uno menos.

Descubrí algo que no me hubiese imaginado, me gustaba leer; el problema era que los libros que leía no me parecían buenos y creía que todos eran iguales. El libro me enganchaba una y otra vez, cada tarde lo abría y me quedaba horas y horas hasta que decidía parar. Cada episodio me sorprendía y cada desgracia me asustaba. No sabía ni dónde estaba Venecia, pero ahora me sabía sus canales, sus plazas y sus conocidas calles estrechas. Cada capítulo me acercaba un poco más a ella, me acercaba más a la vida cotidiana, a la vida de unos niños sin casa. Nunca sentí la sensación de que un libro te transportara a otro sitio y a otra vida. Ahora entendía más la cara de aquellos lectores al leer su libro preferido, los gestos de sorpresa, las risas inesperadas. Por eso me gusta tanto este libro, no por su argumento sino porque hace lo que otro libro no me había hecho nunca hasta entonces, SORPRENDERME.

 

Donde los árboles cantan

Autora: Carmen Sánchez Barcia
Curso: 2º ESO – B
IES Alhendín, Alhendín (Granada)

Leo todo libro que por mis manos pasa, sin echarme atrás. No sé si eso es bueno o malo pero aún no me he arrepentido de nada. Una página al azar, huelo el lomo, siempre lo hago, cual perro olisqueando la puerta vecina o unas manos cuyos minutos antes sujetaban algo de comer. Instantes después de alejar el olfato del libro, se me eriza el pelo, junto con ese cosquilleo que trae consigo.

­ Buena señal – pensé.

Seguí investigando, siempre le doy muchas vueltas antes de comenzar un libro; tapa blanda, una original y fluida marca de agua que al iluminarla algún juguetón rayo de sol pareciese como si un inerte río cruzara el libro.

Páginas con cierto toque amarillento, como a mí me gusta, porque tienes la sensación de que han pasado por miles de manos y ojos, y que en su interior se esconden miles de almas. La portada no necesita palabras para describirse, algo tan real, luminoso y mágico que sería deshonesto intentar describirlo; con tal portada el libro no necesita ninguna ilustración más. Paso el dedo índice por el título Donde los árboles cantan de Laura Gallego.

Primera página, de nuevo ese cosquilleo, esa sensación no se alejó de mí en ningún momento, como un chicle en el pelo. Sé que intentaba decir algo y hasta que no terminé de leer no comprendí bien lo que era.

Viana, fue el primer nombre que leí en sus páginas, sonoro, rítmico, delicado y alegre, un buen nombre al fin y al cabo. Viana es la hija del duque de Rocagrís, y está prometida a Robián desde que eran niños. Sin embargo, meses antes de la boda, los Bárbaros amenazan al reino. Tanto el Duque de Rocagrís como Robián y el resto de los hombres del reino se ven obligados a partir a la guerra. En estas circunstancias Viana nada puede hacer excepto esperar su regreso… Pero la cosa se complica cuando el Duque de Rocagrís muere en el fragor de la batalla, Viana es traicionada por Robián y los Bárbaros invaden al reino.

Mañanas, tardes y noches sentada, tumbada e incluso de pie, sin apartar los ojos de las letras. Llegué a sentirme como el gran Don Quijote, creí que ese libro me iba a absorber sin dejar ni una pizca de mí en su sano juicio.

Ni yo ni el libro íbamos demasiado despacio, ni demasiado deprisa, íbamos juntos de la mano haciendo que el tiempo transcurriera como en la vida misma.

Magia y realidad se mezclaban en sus páginas armoniosamente. Mi personaje preferido era Lobo, un caballero desterrado que hace de Viana, de una dama remilgada, una guerrera, estratega y cazadora impecable.

Lloré con las muertes, me enfadé con las traiciones y las comisuras de mis labios reían en las partes graciosas. Hay situaciones que, como si de una flecha se tratase, te atraviesan dejando algo en ti indescriptible.

Aún no sé cómo este libro, algo que no está vivo ni muerto, que ni siente mi padece, que no habla pero sí dice, consigue hacer sentir dolor, felicidad e incluso frustración; y esa sensación que siempre tengo me dice, esta vez, que tardaré algún tiempo en entenderlo.

 

El señor de los ladrones

Autor: Iker Castro
Curso: 2º ESO – A
IES Alhendín, Alhendín (Granada)

Próspero era yo. Con su hermanito de la mano por las calles de Venecia, protegiéndolo del frío, de la lluvia, de la hambruna… Sin tener certeza de hasta dónde llegaríamos.

Mi hermano Óscar ha cumplido diez años este fin de semana. El tiovivo de la vida acaba de dar otra vuelta completa para él. El tiovivo en el que tú eliges si continuar o quedarte. Igual que en el de la historia, donde los personajes eligen si envejecer o hacerse pequeños.

Estaría bien que la vida fuera como un videojuego en el que pudieras andar o desandar varios caminos, volver a empezar si te equivocas, elegir el capítulo que tú quieras.

Yo ya tuve diez, no es que tenga interés en repetirlos, solo pienso que al no volver a vivirlos se convierte en algo único. Si mi vida fuese un videojuego, cuantas veces podría tener diez sin volver a repetir y que siempre fueran diez. Un momento único repetido hasta el infinito sin posibilidad de ser vivido nunca de la misma manera. 10, 10, 10…

Abrí el libro con desgana. La idea de dos hermanos huyendo me parecía un poco irreal. Pero me equivoqué, me encantó: desde los canales románticos de Venecia, hasta los personajes más entrañables, como Víctor.

Él es un detective al que contrata la tía de Próspero y Bonifacio para devolverle al pequeño. Quiere hacerse el malo, ya que su trabajo le obliga, pero no puede. Atrapar y separar a dos hermanos le partiría el alma.

No podía imaginar que su huida hacia delante fuera en realidad su salvación.

La historia con final feliz de entre todas las posibles.

 

El secreto de los caballeros, de Gerónimo Stilton

Autor: Rafael García Guerrero
Curso: 2º ESO – A
IES Alhendín, Alhendín (Granada)

Pasión, Pasión, Pasión y más Pasión. Sí… parece complicado para muchos adolescentes el hecho de que un libro pueda entretener. Pero detrás de todo ese mundo de fantasía existen los libros. Son grandes montones de papel que a simple vista impresionan, pero cuando empiezas a leerlos, no los sueltas.

Pues sí, algo parecido me pasó a mí. Una tarde de invierno, fría y lluviosa de un 3 de enero. Justamente esa tarde teníamos visita de unos amigos de mis padres con los que habría hablado pues… unas 3 o 4 veces a lo largo de mi vida. Solo me quedaba una opción esa tarde, la play. Pero como todos sabemos, cualquier cosa a largo plazo cansa y no duré más de media hora jugando.

En una de las veces en que fui a picar algo, decido subir a mi habitación para buscar otro entretenimiento, y a primera vista en lo que me fijé es en la estantería poblada por libros de todos los grosores: desde algunos de 100 páginas hasta otros de 800.

Pero entre todos esos estantes estaba un libro que siempre quise leer y que nunca conseguí empezar, se trataba de El secreto de los caballeros del magnífico Gerónimo Stilton. Y no, no me refiero al ratón que todos conocemos, sino a la persona que está detrás de él, curiosamente con el mismo nombre. El libro tampoco tiene nada que ver con los ratones, todo lo contrario; el caballo del pequeño elfo protagonista los odia, porque siempre se queda sin manzanas por culpa de aquellos odiables animalitos.

Unos de los aspectos en los que más me fijo a la hora de leer es en la ambientación, y he de decir que la de este libro se parece mucho a la de El Señor de los Anillos y eso me gusta, ya que desde primera hora va dando impresión de que va a ser un relato bastante prometedor.

Y así ocurrió, no me defraudó. Las 3 horas que tardé en leerlo se me hicieron muy breves y aunque hacía frío eso daba igual, porque yo no estaba en Alhendín, un 3 de enero lluvioso y frío en mi habitación. Yo estaba en la ciudadela de los caballeros y en la piel de Sombrío, con una espada de hierro matando al dragón que la reina me ordenó decapitar.

Por desgracia se acabó, pero me dejó con un muy buen sabor de boca. A las 23:48 terminé el relato pensando en una segunda parte que muy pronto caerá entre mis manos y será devorada amablemente, pero por ahora, a esperar a que el mago aplique su magia en el papel y saque su próximo truco.

El despertar de este sueño llegó con la palabra FIN, con la que seguidamente caí rendido en la cama para dormir y seguir soñando con aventuras que no se pueden vivir en la superficie humana.

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