El niño del pijama de rayas

Autora: Carmen Carreño Martínez
Curso: 1º ESO-A
IES Alto Almanzora, Tíjola (Almería)

Tengo 12 años y me gusta mucho la lectura y aunque mi edad es muy corta, me gusta leer libros no solo infantiles y juveniles. Influenciada por las lecturas que se realizan en mi casa, ha caído en mis manos un libro que, aunque no es adecuado a mi edad, sin embargo me ha resultado muy fácil de leer y entender. Este libro pone de manifiesto la denuncia que se hace a una situación histórica que ocurrió hace unas décadas.

Hablar de este libro me resulta muy bonito, ya que habla de una amistad entre dos niños muy iguales y diferentes a la vez. Narra la historia de cómo se conocieron y cómo juntos terminaron su corta vida debido a una injusticia que ocurrió hace muchos años y que nunca debió de ocurrir. Deberíamos haber aprendido del sufrimiento de aquellas personas para que nunca volviera a ocurrir, pero hoy en la actualidad hay niños y niñas que sufren un cautiverio y algunos de los que están a su alrededor no hacen nada para solucionarlo.

El libro narra la historia de un niño que vive en el seno de una familia acomodada donde el padre es militar alemán y dejan la ciudad para trasladarse a una casa en el campo cerca de un campo de concentración donde vive el segundo niño, que es hijo de unos judíos y por ser diferentes al régimen de Hitler han sido presos en dicho campo de concentración.

El niño alemán, llevado por su curiosidad de investigar todo aquello que hay a su alrededor, llega hasta el límite de una valla en la que al otro lado está el campo de concentración. Siente curiosidad al ver que todos los ciudadanos de esa parte de la valla van vestidos iguales con una vestimenta a rayas. Observando estas personas le llama la atención un niño de edad parecida a la suya con el que empieza una relación de amistad.

Por el temor que tiene este niño alemán a sus padres, vuelve a su casa en la que no se atreve a contar su hazaña y la mantiene en secreto. En casa solo, se entretiene observando por una pequeña ventana de la habitación y haciendo rabiar a su hermana que es unos años mayor que él.

Durante el tiempo que estuvo en la casa vio y escuchó a los militares que iban a visitar a su padre. No entendía nada de lo que allí estaba sucediendo ni cuál era la misión de su padre. No encontraba explicación al traslado que habían realizado ni por qué había dejado a sus amigos atrás.

Su pensamiento ahora estaba en la valla y en lo que había detrás de ella. Un día como otro cualquiera, el niño alemán, llamado Bruno, anduvo por la alambrada que se veía desde la ventana de su habitación, quería ver lo que se escondía tras esa ventana, ya que muchas veces en las que su padre no se encontraba en casa salía una especie de humo negro desde el lado donde estaba vallado.

A Bruno le entró la curiosidad de saber qué se escondía tras la valla y se encontró a Shmuel escondido y este lo llamó. Cuando dialogaban con temor a que los descubrieran, Bruno se dio cuenta de que su amigo nunca se quejaba de aquel lugar, pero, sin embargo, Bruno no hacía nada más que quejarse de aquel lugar sin saber en las condiciones que vivía su amigo. En aquel instante se oyó un silbato y Shmuel se fue, pero a Bruno lo que más le sorprendió era el carretillo que llevaban casi todos unos más grandes que otros.

De vuelta a casa, Bruno pensaba en por qué los encerraban tan alejados y vallados de la ciudad. Cuando su padre llegó a casa se lo preguntó y este actuó de una manera un tanto extraña mientras cenaban.

No quiso responder, por lo que a Bruno le entró más curiosidad. Después de unos días Bruno se construyó un columpio con una cuerda y una rueda, pero cuando fue a ponerse de pie para saltar se cayó y se hizo un rasguño en la rodilla. El oficial Kotler, que lo vio, lo cogió en brazos y lo colocó encima del sillón tumbado mirando para arriba y llamó al mayordomo que, por casualidad, también era judío. El mayordomo le curó la rodilla y Bruno empezó a hacerle unas preguntas que para él fueron un poco incómodas, ya que tenía que ver con su religión judía.

Respondió algunas preguntas y Bruno descubrió que todos los que habían allí eran judíos, así que cuando fue a visitar de nuevo a Shmuel le hizo también algunas preguntas pero a pesar de ello no conseguía saber de dónde venía el humo negro y cuando fue a hacerle la última pregunta Shmuel decidió decirle que hiciesen un trato: si Bruno le traía un buen bocadillo este le traería un uniforme y haría lo que fuera para que pudiese entrar. Cuando llegó a su casa su madre estuvo muy preocupada, ya que Bruno no había aparecido durante toda la mañana y tarde.

Al día siguiente los dos niños cumplieron su promesa, Bruno hizo el bocadillo y Shmuel le trajo el uniforme pero a Bruno se le había caído el bocadillo por el camino y, aunque muy decepcionado el niño judío le dio el uniforme y el chico consiguió pasar cavando un hoyo en la tierra y pasar por debajo de la valla de alambre. Los dos niños se pusieron muy contentos pero Bruno no sabía lo que le esperaba allí dentro.

Empezaron a charlar pero Shmuel le preguntó que si le ayudaría a encontrar a sus padres, este se lo confirmó, corriendo por ese lugar empezó a llover descontroladamente, la gente empezó a ponerse muy nerviosa y ellos también preocupados por lo que iba a pasar.

En su casa cuando su hermana Gretel se da cuenta de que no está su hermano en el columpio empezó a preocuparse y lo buscó por todos lados se dio cuenta de que no estaba en ningún sitio y decidió decirle a su madre que Bruno había desaparecido. Cuando esta supo la noticia, puso la voz de alarma en casa y todos decidieron ayudar a buscar, viendo que no aparecía llamaron a su padre y a sus militares para que fuesen a buscarlo. De repente Gretel, dio un fuerte grito y todos acudieron hacia ella, pero sin hablar descubrieron que Bruno se había ido por la ventana porque fue allí donde se encontraron el bocadillo desecho en el suelo. Sin palabras empezaron a correr, aunque les caía una fuerte tormenta. Llamándolo por su nombre no consiguieron respuestas hasta que llegaron frente a la valla y… descubrieron el hoyo que se había cavado en aquel lugar por lo que ya sabían que Bruno se encontraba dentro del campo de concentración.

Los dos niños se dirigían con la muchedumbre a un lugar en el que nunca habían estado. Lo pararon frente a una puerta de una cabaña de madera, entraron a la fuerza, ya que estaban vigilados por unos policías y unos perros y cuando vieron que todos empezaron a quitarse la ropa en un recinto muy pequeño decidieron copiar esa actitud, sin saber lo que hacían ni qué ocurriría. En aquel momento, Bruno y Shmuel, empezaron discutir de por qué estaban aquí. Entró un policía les obligó a todos a meterse en un espacio muy pequeño donde también algunos se tumbaron para poder caber, ya que si te quedabas fuera, te mataban.

El padre de Bruno, el oficial y el ejército entraron al campo y fueron preguntando uno por uno si habían visto a un niño de estatura mediana, de unos ocho años y con los ojos marrones. Todos le respondían lo mismo de que no habían visto a nadie así. Cuando Bruno y Shmuel se encontraron dentro de aquel lugar tan estrecho echaron como una especie de polvo dentro y poco a poco les costaba respirar.

Empezó a salir humo negro de aquella cabaña y su hermana de rodillas en el suelo gritaba su nombre de la tristeza de por qué su hermano no aparecía, cuando su padre llegó le dieron la noticia que menos se esperaban. Su hijo estaba dentro de la cámara de gas y eso significaba lo que todos os lo podéis imaginar, esa es la peor noticia que cada uno podría tener.

Síguenos y comparte en redes sociales: