Charlie y la fábrica de chocolate
Autora: Ania Vico Domingo
Curso: 1º ESO
IES Montejícar. Montejícar (Granada)
Mi libro favorito se llama Charlie y la fábrica de chocolate. Este libro me ha gustado porque todo lo que leas te parece delicioso. Lo que más me ha impresionado de este riquísimo libro es el chocolate, las gominolas y sobre todo aquel mundo todo comestible de sabor a caramelo…
Mientras leía este libro me daban unas ganas terribles de comer dulces. Además, mientras estás leyendo, piensas que estás metido dentro del libro; te metes en la historia pensando en que te vas a comer aquel árbol todo hecho de piruleta, que te vas a beber aquel lago de chocolate.
Aquel mundo estaba lleno de colores: verde, azul, rojo, morado, amarillo… También lo que más impresionó fue la familia de Charlie, en una pequeñísima casa a punto de caerse, muy deteriorada. Dentro de ella vivían sus padres, sus cuatro abuelos y él. Era una familia pobre.
Cuando llegaba el cumpleaños de Charlie le daban unas cuantas monedas para comprarse una chocolatina. Antes de eso, anunciaron por la televisión que las puertas de LA FÁBRICA DE WILLY WONKA se abrirían, pero solo podrían entrar los que le tocaran los billetes dorados que venían en las chocolatinas. Solo había cinco. Yo pensaba que era muy probable que le tocara porque era el protagonista de esta historia, pero cuando fue a comprar la chocolatina no le tocó y me puso muy triste porque es una familia muy pobre y se merece que por lo menos aquel niño tuviera un poco de aventura. Sin embargo, cuando se encontró ese billete tirado en el suelo ya sabía lo que iba a hacer: comprarse una chocolatina Wonka (deliciosa). Así fue cuando le tocó aquel billete dorado. Me alegré mucho por él y su familia, y cuando Charlie llegó a su casa, su abuelo se puso a bailar y a dar saltos de alegría, porque él trabajó con Willy Wonka en su fábrica y le encantaría volver a verle.
Todos los dulces, chicles, caramelos… que hacía el señor Wonka tenían algo de especial. O el chicle tenía un montón de sabores, o el caramelo que no se acababa y tenía siempre el mismo sabor…
También lo que me gustó mucho de este libro eran aquellas personas pequeñas que trabajaban en la fábrica, me daban mucha risa por su forma de bailar y de cantar. Parecían duendecillos.
A este libro no le hace falta nada para que estuviera mejor, lo tiene todo: aventura, diversión…
Mi opinión sobre este libro es bastante buena, así que os animo a todos vosotros para que os unáis a la lectura y os encantará, porque cada uno tiene una forma diferente de crear ese mundo del que lees, y puedes ponerle la cara que quieras a cada personaje y cada paisaje.
Yo recomiendo este libro porque es un libro divertido y además que habla del chocolate, de dulces y eso estás delicioso, además que es mi favorito, y de que está chulísimo. Yo lo recomiendo porque sé que os gustará, y espero que personas como yo se lo hayan leído y disfruten con otros libros igual que este os haya gustado igual que a mí.
El pequeño vampiro
Autora: Cristina Domingo Orihuela
Curso: 1º ESO
IES Montejícar. Montejícar (Granada)
Una mañana salí al supermercado a hacerle la compra a mi madre. Cuando salí a la calle me di cuenta que había un libro tirado en el suelo. Lo cogí con cuidado y lo guardé corriendo en la mochila. Fui corriendo a comprar y cuando llegué a mi casa me encerré en mi cuarto. Estuve examinando un poco aquel libro. Por la noche empecé a leerlo, pero me quedé dormida. Me desperté al escuchar un ruido muy extraño en la ventana de mi habitación. Fui muy despacio a la ventana y corrí las cortinas con mucho cuidado. Vi un rostro muy extraño, pero no se distinguía quien podía ser. Cuando aquel rostro extraño entró en mi habitación, me di cuenta de que era un vampiro. Me asusté mucho. Aquel vampiro tenía la cara muy pálida, los ojos muy rojos y una capa negra. Pasado unos minutos me tranquilicé y estuvimos conversando tranquilamente. Me dijo que se llamaba Rüdiger y que era la ultima familia de vampiros de allí. Yo le dije que me llamaba Anton. Nos hicimos muy buenos amigos. Le dije a Rüdiger que volviera el sábado siguiente que venían ya sus padres. Rüdiger se fue volando por la ventana.
Unos días después, entre semana, tocaron a la puerta de mi ventana y me extrañó, porque Rüdiger siempre venía los sábados por la noche cuando mis padres se iban. Abrí la ventana y efectivamente, ¡era él! Le dije que no hiciera mucho ruido porque estaban mis padres. Estábamos conversando tranquilamente en la cama, cuando de repente sentí pasos que se acercaban. Como no me daba tiempo a abrir la ventana y que Rüdiger se fuera corriendo, lo metí en el armario. Cuando entró mi madre en mi cuarto dijo que olía un poco raro y le dije que habría pasado el camión de la basura. Se había quedado la capa de Rüdiger pillada con la puerta del armario y mi madre se dio cuenta. Ésta preguntó que qué había dentro del armario. Como no se me ocurría nada le dije que era mi amigo nuevo que estaba disfrazado para el carnaval y le daba vergüenza salir del armario y por mucho que lo intentara no saldría porque todos los días celebraba el carnaval. Cuando mi madre salió de la habitación Rüdiger salió del armario y se fue volando por la ventana. Al instante llegó mi madre con un dulce y un vaso de zumo y me preguntó que dónde estaba mi amigo y yo le contesté que se acababa de ir. Mi madre me dijo que cuándo y por dónde se había ido que no lo había visto ni escuchado. Yo le dije que por la puerta y que fue en silencio para que no te dieses cuenta de que se iba porque le daba vergüenza que lo veas.
El sábado volvió a venir Rüdiger a mi habitación y traía algo en la mano. Cuando entró a mi habitación me di cuenta de que era una capa que, por cierto, estaba sucia y rota. Me dijo que era para mí para llevarme hasta su “casa”. Me dijo que su casa se encontraba en el cementerio y la llamaban la cripta. Rüdiger y yo salimos volando por la ventana. Cuando llegamos al cementerio Rüdiger me hizo un signo de silencio y nos escondimos detrás de un matorral para que los guardianes del cementerio no nos vieran, y así hasta llegar a la cripta. Cuando llegamos a la cripta Rüdiger levantó con cuidado la tapa y mirando para ver si había alguien dentro. Como no había nadie Rüdiger entró en la cripta y detrás yo. Yo tenía un poco de miedo. Nos metimos por unos pasadizos hasta llegar adentro del todo. Allí había muchos ataúdes y me explicó cuál era el de cada uno: el de su tía Dorothee, Lumpi el Fuerte (su hermano mayor), Anna (su hermana pequeña) y los demás parientes del pequeño vampiro. De repente se escuchó un ruido. ¡Alguien entraba en la Cripta! Yo no sabía dónde esconderme. Rüdiger me dijo que me escondiera en su ataúd, pero me daba un poco de cosa. Al final me tuve que meter dentro porque si no me pillarían. Era su tía Dorothee. Cuando se fue, yo salí con cuidado. Dentro del ataúd olía mucho a moho y te agobiabas. Más tarde salimos de la Cripta y ya me fui a mi casa porque mis padres estarían a punto de llegar.
Al día siguiente por la mañana, mis padres me dijeron que querían conocer a mi amigo nuevo y yo le dije que no podría ser porque mi amigo era muy dormilón. Ella me dijo que por la tarde a las cuatro. Yo no sabía que hacer. Fui al cementerio a llevarle la capa a Rüdiger. Allí me encontré a Udo y le dije que si se quería vestir de vampiro un rato por la tarde y él aceptó. Así que me quedé la capa y se la di para que esa misma tarde se disfrazara y fuera a mi casa. Por la tarde Udo llegó como habíamos quedado y, por cierto, venía muy bien disfrazado. Todo empezó muy bien, pero cuando mis padres empezaron a preguntarle preguntas sobre de por qué iba siempre disfrazado, la cosa empeoró porque Udo no sabía nada de eso. Cuando mis padres le hacían esas preguntas decía que se tenía que ir y se fue. Al irse mis padres me dijeron que mi nuevo amigo era un poco extraño.
Al día siguiente Rüdiger fue a mi casa, pero esta vez venía acompañado de alguien. Cuando entró en mi cuarto me di cuenta de que era una niña y pensé que sería su hermana pequeña que decía que un día me la presentaría y efectivamente así era. Ella me dijo que se llama Anna y que era la hermana pequeña de Rüdiger.
Unos días después, cuando mi padre volvió del trabajo me dijo que se había enterado de que Udo se había disfrazado y que ese no era mi amigo de verdad y él decidió que viniera su nuevo amigo.
El sábado vino Rüdiger con Anna porque decía que ella quería venir a verme. Yo les conté lo que sucedía, que mis padres querían conocerlos. Entonces quedamos en que vendrían los dos al día siguiente. Cuando llegaron mis padres les dije que había llamado mi amigo que podría venir mañana pero cuando ya se haya puesto el sol. A mis padres les parecieron genial.
Al día siguiente, por la tarde tocaron al timbre y eran ellos. Se habían peinado diferente y los dientes los metieron para dentro para que no se les viera y la capa la agacharon hacia abajo como si fuera un vestido. Mis padres no se creyeron que fueran vampiros de verdad, sino que ellos creían que estaban disfrazados. Mis padres le estuvieron haciendo preguntas como las de Udo y ellos si las contestaron bien porque ellos ya lo sabían además Rüdiger estaba en el armario cuando le dijo lo del carnaval y lo había escuchado. Al rato se tuvieron que ir porque si no los iban a pillar. Cuando se fueron mis padres, me dijeron que eran muy educados y que les habían caído muy bien.
Al sábado siguiente solo vino Anna porque Rüdiger estaba enfermo y traía una capa por si yo quería ir a verlo. Fuimos hasta la Cripta y allí estaba metido en el ataúd con la cara más blanca de lo normal. Estaban charlando y sintieron un ruido; alguien se acercaba. Me tuve que meter en el ataúd con Rüdiger. Otra vez era tía Dorothee. Esta vez un poco más y me pilla porque quería levantar la tapa para ver cómo estaba Rüdiger, solo que a Anna se le ocurrió que Rüdiger no quería que nadie levantara la tapa y que nadie le molestara. Entonces, a tía Dorothee le parecía extraño y preguntó dando voces si Rüdiger estaba bien y este contestó que sí entonces se fue.
Yo salí del ataúd y me fui volando hasta mi casa.
En ese momento me desperté, había tenido un sueño muy extraño. Lo que más recordé con agrado de lo que soñé fue la historia que me inventé cuando metí a mi amigo el vampiro en el armario y mi madre se dio cuenta de que había metido alguien dentro del armario. De primeras tenía miedo del vampiro pero luego nos hicimos muy buenos amigos.
La clave secreta del universo
Autor: José Quijada Ramos
Curso: 1º ESO
IES Montejícar. Montejícar (Granada)
George va a una cafetería del centro de Londres. Allí se encuentra tres libros del universo. Allí se toma varias tilas, cuando se las toma se va a su casa a dormir un rato en su cama. Ya dormido tiene esa experiencia de viajes por el universo. Su sueño fue el siguiente:
“Yo vivía en una casa con mis padres y un cerdo que me habían regalaron mis abuelos por su cumpleaños. Una de las cosas que más odiaba de esta vida es que mis padres fueran vegetarianos y no me dejasen tener un ordenador. Tenía una maravillosa vecina que su padre era astrónomo. Una vez, mi cerdo se coló en su casa y cuando entré vi un ordenador y una niña. Esta niña se llamaba Annie y me dijo que ese ordenador se llamaba Cosmos y era un superordenador. Un día el doctor Reeper, un maestro malísimo, me dijo que había descubierto un planeta. Al doctor Reeper le llamábamos doctor Gripe por su nombre.
Annie y yo nos pusimos los trajes espaciales y le dijimos a Cosmos que nos abriera un portal hacia ese sitio. En ese sitio había un gran agujero negro, que era una de las cosas más maravillosas que yo había visto. Eric al enterarse vino a por nosotros. Annie y yo fuimos a la Tierra. Eric se quedó en ese falso planeta, faltó muy poco que el agujero negro se lo tragase. Salió de milagro del agujero negro. Cuando llegó nos regañó a Annie y a mí por ir al universo sin el permiso de Eric. Annie y yo le pedimos perdón a Eric por haber arriesgado tanto nuestras vidas. Susan, madre de Annie y mujer de Eric nos había regañado a todos. A Eric, le dijo lo siguiente: “No te vuelvas a llevar más a los niños al espacio, pueden perderse o puede que se los trague un agujero negro y luego los devuelva descompuestos”. Eric le dijo que nunca más nos llevaría a Annie y mí al espacio. Esta discusión a mí no me gustó nada de nada.”
Este primer sueño me gustó bastante, excepto por lo de la regañina de Susan a Eric. Mi segundo sueño fue:
“Yo seguía viviendo en casa, con mis padres y mi cerdo Freddie. Tenía a mis buenos vecinos: Annie, Eric y Susan viviendo en la casa de al lado.
Un día, Annie llega a mi casa para decirme que a su padre lo habían contratado en la NASA y se iba a vivir a California, un Estado de Estados Unidos. A mí esta noticia no me gustó, porque iba a estar sin Annie ni Eric durante unos meses. Llegó el último día con Annie, aquí en la casa de al lado. Mis padres fuimos a despedirnos de Eric, Annie y Susan y a agradecerles lo bien que nos habían tratado, sobre todo a mí. Yo estaba muy triste.
Un día, mis padres, mi abuela y yo decidimos ir a los Estados Unidos a visitar a Annie, Eric y Susan. Annie tenía un niño viviendo en su casa. El niño era regordete, pelirrojo y tenía gafas. A mí el niño me calló muy bien, todo lo contrario a Annie. A mí, no me gustó que Annie lo tratara tan mal. A Eric lo habían contratado para el lanzamiento de un aparato para ver si había vida en Marte.
Annie y yo fuimos a ver el aterrizaje de ese aparato en directo, pero allí nos encontramos una pista que nos mandó a Plutón y luego nos mandó a un planeta con dos soles; vamos, que nunca era de noche. Cuando se ponía uno salía el otro. El planeta giraba alrededor de una estrella y la otra estrella giraba alrededor del planeta. Allí vimos a Reeper que fue el que nos llevó allí. No me gustó nada verlo. Cuando lo vimos allí nos presentó a un nuevo nano-super-ordenador. Al enterarse, Eric cogió su traje espacial, lo desinfectó y con su superordenador abrió un portal hacia aquel planeta a cuarenta y un años luz de la Tierra. Ya en aquel planeta, al ver a Reeper discutió con él durante un rato. Me sentí muy mal. Al final de todo, Reeper decide dejarnos en aquel planeta y abre un portal gris con una curva que no se ve lo que hay al otro lado. Eric nos coge y salimos todos corriendo aunque este también había dejado el portal abierto por si acaso.
Yo me alegré mucho porque a Eric le dijeron que esa expedición ya había terminado y que se tenía que ir. Allí nos despedimos del “amigo” de Annie. Esa misma noche partimos hacia casa. Eric nos regañó mucho por ir al espacio sin su permiso y nos tendría castigados sin Cosmos unos días, cosa que a mí no me gustó”.
A mí me gustó más el primer sueño que el segundo.
Mi libro favorito
Aurora: Lidia Rosa Córdoba
Curso: 1º ESO
IES Montejícar. Montejícar (Granada)
Hola me llamo Víctor. Me gustaría contarte mi maravillosa aventura que me ocurrió el mes pasado. Me mudé de Tarragona a Almería. Yo pensaba que todo me iba a ir muy mal, pero no. En mi antiguo colegio siempre me gustó leer enciclopedias del Universo porque de mayor me gustaría ser astrónomo. Mi nuevo colegio era muy aburrido. Los niños siempre estaban jugando al fútbol. Yo estaba continuamente en la biblioteca leyendo libros.
Una mañana, cuando salía de mi casa y mi madre me había dado un beso, me fijé en la casa de al lado. Ésta estaba muy deteriorada por el tiempo que llevaría construida. Su puerta era de madera y estaba muy fea. Nunca había visto una casa tan deteriorada como aquella. Cuando llegué a mi casa, solté mi mochila en mi cuarto y le pregunté a mi madre que de quién era la casa de al lado. Mi madre me dijo que no sabía de quién era.
Un sábado me aburría mucho en mi casa porque no tenía amigos para poder quedar con ellos. Entonces fue cuando miré por mi ventana y vi la puerta de la casa de al lado entornada. Yo pensé en ir a verla. Pero de repente me entraron los nervios. Reflexioné y decidí ir. Cogí mi mochila verde con mi bocadillo de jamón, mi botella de agua y mi linterna.
Salí de mi casa y las piernas no me paraban de temblar. Abrí la verja de la casa y entré. La puerta estaba entornada. La abrí muy despacio. Me dio mucho miedo porque ésta hacía un ruido muy chirriante como en las películas de miedo. Me adentré. Todo estaba muy oscuro y tuve que encender mi linterna. La casa tenía un comedor, dos cuartos de baños, una cocina muy desordenada, es decir, todo lo que tiene una casa normal. Me llamó mucho la atención una puerta que estaba cerrada. Me dirigí hacia ella y la abrí. ¡Era una biblioteca! Le eché un vistazo a las estanterías llenas de libros cubiertos de polvo. Fue entonces cuando vi tres libros del universo. Los cogí y los metí en mi mochila. Salí corriendo porque sentí unos ruidos muy extraños de la cocina.
Llegué a mi casa y lo primero que hice fue quitarme las zapatillas porque las tenía muy sucias. Pasé corriendo la puerta de la cocina. Fue entonces cuando mi madre me regañó y me dijo que me fuera a mi cuarto a hacer los deberes y a estudiar. Me senté en la silla de mi escritorio e hice mis deberes. Mientras los hacía, tenía curiosidad por saber de qué trataba el libro. Ni siquiera estudié porque terminé los deberes y enseguida me puse a comenzar a leer el libro.
El libro comenzaba: “Los cerdos no desaparecen así como así, sin más, se dijo George…” y ahí fue hasta donde leí, porque el sueño me venció. Me quedé dormido en mi mesa de estudio. Entonces fue cuando me desperté en un cuarto y en una cama que no era la mía. Me quedé un poco asustado por no saber dónde estaba.
El cuarto era muy raro porque no tenía ni ordenadores, ni televisión, ni una vídeoconsola. El niño que durmiera allí debería estar a todas horas aburrido. Me asomé a la ventana y vi un huerto y un pequeño corral. Cerré la ventana y fui al armario para ver si había ropa para poder quitarme ese pijama de lunares anticuado. Cogí una camiseta de manga corta con rayas naranjas y amarillas y un pantalón vaquero. ¡Era increíble que la ropa me estuviera bien, como si la ropa fuera mía!
Bajé unas escaleras muy empinadas con un poco de miedo por lo que me podría encontrar. De repente escuché a una mujer gritando la palabra GEORGEEEEEEE. Me quedé quieto unos segundos porque esa no era la voz de mi madre ni de mi abuela ni de tita. Era una voz que nunca había escuchado. Me entró la curiosidad y me dirigí hacia la cocina que era de donde provenía esa voz. Entré en ella y una mujer alta y delgada me miró a los ojos y me dijo con cara de enfadada:
-George, ¿qué te he dicho yo de levantarte tan tarde?
-Pero, pero, pero yo no soy George. Yo soy Víctor. – respondí con miedo.
-Claro que eres George. Hijo, ¿es que te has dado un golpe con la mesita de noche esta mañana?-me preguntó la mujer.-Anda siéntate a desayunar.
La comida está asquerosa. Le pregunté de qué estaban hechos los pasteles. Ella me respondió que de brócoli. Me las comí sin rechistar porque hay gente que no tiene ni eso para comer. Mientras me los comía pensaba y pensaba hasta que di con la solución. ¡Yo era ese niño, ese tal George, el protagonista de ese libro que comencé a leer! Me levanté de golpe y salí al jardín. Miré por la verja y vi que el cerdo, supuestamente mío, se había metido en la casa de al lado. Fui a por él porque tenía que actuar como George. Allí conocí a Annie y a su padre Eric. Me contó que su padre era científico y astrónomo. Me contaron su historia y su mayor secreto: tenían un ordenador súper potente. Yo pensaba que me estaban tomando el pelo porque eso no existe en la actualidad.
A partir de ese día, todas las mañanas Annie venía recogerme para irnos al colegio. Las clases eran muy aburridas. Cuando terminaban las clases, llegaba a mi casa y hacía los deberes. Después me iba con Annie a jugar. En una de estas tardes, nos dimos cuenta de que nuestro profesor era el enemigo de Eric. Éste lo metió en un agujero negro. Yo tenía intriga por saber si podríamos salvarlo. Pero al final lo salvamos y por eso me regalaron un ordenador. Pensaba que mi nueva madre no me dejaría quedármelo por ser ecologista que me parecía muy bien, aunque quería ese ordenador, pero sí me lo dejó.
Ese verano, Annie se fue a Suiza y yo me quedé aquí. Pensaba que me iba aburrir un montón. Pero no, porque me llamó para irme con ella. Mi madre me dejó ir gracias a mi abuela y cada vez que pasaba me iba más gustando ese verano que sería un episodio de ese libro que parecía interminable pero fascinante.
Cuando llegué a Suiza, sabía que me lo pasaría muy bien y me gustaría porque ella me dijo que había un descubrimiento nuevo que no lo sabía nadie. Al decirme eso se me puso la carne de gallina. En ese momento conocí a un chico. Creía que él sería el mejor amigo de Annie, pero no. Era lo contrario.
Me contó que había extraterrestres en Marte, pero yo ya sabía que era mentira, aunque no quería decírselo porque le rompería el corazón. Cuando empezamos a investigar, no me pareció bien que apartara al chico porque a él le hubiera gustado ayudar y no parecer diferente. Intentamos averiguarlo y decía que iban a destruir el planeta si no iban al planeta Marte.
Cogimos el ordenador y nos metimos dentro para ir a Marte. Cada vez tenía más intriga por saber qué nos pasaría. Cuando entramos vimos a un hombre que se acercaba hacia nosotros. Era el profesor malvado que quería matarlos. Si no hubiera sido por el niño que nos ayudaba y por Eric, no hubiéramos salido de allí. En ese momento el corazón me latía muy fuerte. En ese momento me di cuenta de que hay gente muy mala, pero que hay otra que quiere ayudar. Salimos de aquel lugar con el profesor. Éste se había perdonado con Eric. A mi me hubiera gustado que lo hubieran hecho antes.
Cuando se acabaron las vacaciones, cada uno se fue a un colegio distinto. Eric fue profesor de matemáticas por eso hizo una reunión para que todo el mundo supiera qué era el universo. Allí conoció a su profesor, que fue para quitarle el ordenador. Me quedé muy asombrado por eso. Annie y yo sospechamos que eso era mentira, que quería quedárselo. Pero gracias a mí y a ella nos quedamos el ordenador. Yo me sentí muy orgulloso, pero fue en ese momento cuando me desperté del sueño. Me encontraba en mi dormitorio y salí a la calle a contárselo a mis nuevos amigos.