El diario de Anna Frank
Autora: Roxana Busuioc
Curso: 2º ESO – B
IES Ítaca, Tomares (Sevilla)
Fue una tarde de agosto cuando me lo encontré. Caminando por el paseo marítimo de una playa, entre las marrones cabañas utilizadas como “stands” con miles de cosas (collares, pañuelos, camisetas…), había uno, mucho más grande que los demás, que era muy peculiar y me llamaba mucho la atención.
Los libros eran antiguos y es un placer pasar por ahí y oler ese característico olor a libro viejo. Pasé por tercera o cuarta vez en el día, dejando a mis padres atrás en una demostración de sartenes “mágicas”. Llegué; toqué los libros uno por uno, leyendo títulos y partes de atrás, hasta que me lo encontré. Sí, ahí estaba, El diario de Anna Frank de Anna Frank, un libro que hace tiempo me quería leer. Sin dudarlo, lo cogí, sintiéndolo fuertemente en mis manos, con su corazón palpitante, desafiante. Aún sabiendo que era un libro muy triste, sabía que tenía que comprarlo, sabía que era mío, que me pertenecía.
Fue ya poco después de año nuevo cuando me decanté por leerlo, después de leer Percy Jackson y el último héroe del Olimpo de Rick Riordan, un gran libro. Al principio dudaba sobre si leérmelo o no, ya que me resultaba extraño perturbar la intimidad de la gente, pero al final me decidí, ya que de todas maneras me lo iba a leer en un momento u otro.
Comenzaba leyendo. A los judíos se les juzgaba por acciones que realizaba sólo uno, se intentan llevar a la hermana, el plan de fugarse a un lugar seguro se adelanta… Difícil de creer, pero duramente real, ya que tiene sentido, ¿no? Cosas así pasan día a día.
Seguía. Momentos impactantes, risas, llantos… De todo escribía esta muchacha, que, a mi parecer, era un poco bipolar. Aún así, sus cartas llenaban el libro. Esta chica maduró precipitadamente por los sucesos que le ocurren, que le hacen ver lo que es la vida. Escribía cosas muy emotivas, llenas de sentimientos… Había veces que hasta me identificaba con ella. Ella ya no era una chica “normal”.
E iba finalizando. Cada vez que leía algo, cada frase, cada página… apreciaba mucho más lo que tengo: una casa, un buen sitio para dormir, comida, libertad… Me lo acabé justamente un día que fui de barbacoa, reteniendo las lágrimas como podía, evitando preguntas incómodas…
Este libro me hizo pensar mucho. Hay personas que dicen que la historia es mentira, pero eso a mí me da igual, ya que incluso hoy en día hay muchas Anna Frank. ¿No nos damos cuenta de que cosas así pasan día a día? Según yo, hay varias razones por las que esto pasa: la mayoría, somos tan ignorantes que no nos interesa lo que pasa a nuestro alrededor, al no pasarnos nada, estamos “a salvo” y lo demás no importa. Las cosas, ahora, son así, y no hay que quedarse de brazos cruzados, permitir la desigualdad, no sólo entre religiones, sino en sexo, raza…
Este libro me abrió mucho la mente, y si por mí fuera, lo haría lectura obligatoria (o voluntaria) en secundaria, por ejemplo. Porque esto no puede seguir así, y aunque haya muchas personas que están intentando cambiar los malos ideales, no parece ser suficiente. Hay que concienciar a la gente de que todos somos iguales, ponerlos en el lugar del otro…
El principal fruto de todo esto son las guerras y la discriminación, cosas que hay que evitar a toda costa. Esto tiene que cambiar, y, aunque haya personas que piensen que esto es una pérdida de tiempo, yo pienso que hay que intentar cambiar el mundo.
Porque merece la pena intentarlo.
Si decido quedarme
Autora: Noelia Ramírez Rodríguez
Curso: 2º ESO – B
IES Ítaca, Tomares (Sevilla)
Si hago retroceder mi mente varios meses atrás probablemente aparecerá esa imagen en la que recibí, por parte de mi amiga, uno de los mejores libros que he tenido el placer de leer.
Nos encontrábamos a las puertas de una pequeña librería, dispuestas a arrasarla buscando libros. Acompañadas de la madre de mi amiga, entramos en la acogedora estancia impregnándonos de ese olor a papel que tanto me gusta.
Di vueltas y más vueltas hasta que por fin lo vi: escondido en una estantería, se encontraba Si decido quedarme de Gayle Forman. A continuación pasó un suceso inevitable: llevaba varios meses enamorada de ese libro y ahora que lo tenía delante no podía dejar pasar la oportunidad de llevármelo. Saqué el dinero con euforia, pero la madre de mi amiga se ofreció a pagarlo, excusándose en que sería mi regalo de cumpleaños, que estaba próximo a esas fechas. Después de negarme sin éxito y con el libro ya pagado, salimos de la librería con ansia de llegar a casa para empezarlo.
Entré en casa cuando mi amiga se hubo marchado y, libro en mano, subí corriendo a mi habitación. Me tiré en mi cama, dejando caer varios cojines y empecé a leer, sumergiéndome en la historia, convirtiéndome en parte del libro, en uno de los personajes.
Estar en el lugar de Mia no era muy agradable, pues perder a tu familia es, en mi opinión, lo peor que le puede pasar a alguien. Sin embargo, no te da tiempo a echarlos de menos, ya que gracias a los recuerdos, la familia de Mia Hall perdura viva en la mayor parte del libro.
Gayle Forman consiguió que amara a los personajes, como si yo misma los conociera. Kim se convertía en mi mejor amiga cada vez que leía, con su sarcasmo y su tendencia a dividir, junto a la protagonista, todo en dos grupos. Adam, en el chico que toda chica desearía, inalcanzable, o quizás no tanto. Teddy, en un hermanito encantador, al que se le quiere con mucha facilidad. Y a los padres de Mia, Kat y Denny, quienes, aunque no eran los típicos padres tradicionales, fueron un gran apoyo para Mia y unos personajes imprescindibles para mí.
Me resultó bastante fácil conectar con la historia, ya que me sentía identificada con el tema debido a que el libro se centra, en gran parte, en la música y yo tengo la suerte de saber tocar un instrumento. Era increíble como Gayle Forman era capaz de tratar un tema tan delicado como un accidente, entremezclarlo con la música, el amor, la vida de una adolescente y convertirlo en una maravillosa obra. Por desgracia, la historia estaba llegando a su fin.
Millones de imágenes pasaron por mi cabeza, haciéndome llorar, reír y hasta gritar. Sentía la necesidad de leer hasta que el libro quedara seco, sin palabras que ofrecerme. Pero otra parte de mí pedía que me lo tomara con más calma, no veía el momento en que llegaría el final y tuviera que cerrar el libro. Así pues, retrasé el final todo lo que pude, metiéndome en esa conmovedora historia, viviendo los recuerdos y el presente de Mia Hall como si fueran míos.