Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll
Autora: Ana Mª Navarro
Curso: 2º ESO-A.
IES Ribera del Fardes, Purullena (Granada)
Enciendes la denominada “caja tonta” y asistes atónita a un sinfín de programas que promueven una cultura carente en valores, convirtiendo al espectador en un “robot” o “marioneta” fácilmente manejable. Confieso que soy una amante de los libros, una fiel creyente en un mundo mejor si se sustenta en la riqueza del saber o el conocimiento que atesoran las bibliotecas.
Son muchas las lecturas realizadas este año. Un monstruo viene a verme de Patrick Ness, El asesinato del profesor de matemáticas de Jordi Sierra i Fabra, Charlie y la fábrica de chocolate de Roald Dahl o El niño que vivia en las estrellas. Éste último también de Jordi Sierra i Fabra.
Estaba completamente desorientada, ya que no sabía qué libro escoger. Comienzas a bucear o navegar con el uso de las nuevas tecnologías, a preguntar al bibliotecario, profesor o al encargado del quiosco de tu barrio. Tras escuchar a mis asesores, sigo sin aclararme, sin ver la luz necesaria para acertar en la elección. Pero, de repente, un anuncio me anima a acercarme a Alicia en el país de las maravillas.
Ya he tomado una decisión que llevaré hasta el final, a la conclusión o cierre del mismo. Leo con voracidad e interés a partes iguales, con ganas de saber qué pasará, pero con el miedo a terminar la obra escogida (es la lectura una llave que te permite entrar en un universo paralelo al nuestro en el que no existe la lógica o el orden). Llevo a cabo la desconexión total de la cruda realidad, esa en la que priman lacras como la pobreza, la injusticia, las guerras, las drogas o el abuso de los poderosos frente a quienes menos tienen. Una nueva página es una puerta más que se abre, consiguiendo atraparme por completo.
Leer enriquece, si bien encontrar el título anteriormente citado se convirtió en una “odisea”, hasta que pude hallarlo en Internet. Conforme avanzaba, sentía la imperiosa necesidad de no dar por terminada mi jornada lectora. Necesitaba dormir, pero hallaba en él más que palabras u oraciones bien trenzadas. Alicia en el país de las maravillas es una historia que te permite divagar por mundos extraordinarios, con una protagonista que se asemeja a mí en esa curiosidad desbordante, no queriendo reprimir ese impulso que pueda instarte a seguir a ese conejito (“mi imaginación”), sin tener que poner freno ante las limitaciones impuestas por las agujas del reloj.
Con los libros sacio ese apetito interior, el ansia por huir de la monotonía. Sonrío en horas o momentos en los que una siente un vacío que sólo puede llenarse con la mejor compañía: la de una buena obra. Sentirse perdida y recurrir a esa ayuda que únicamente prestan esos que cumplen a la perfección con el título o calificativo bien merecido de “amigos” es algo que le ocurre a Alicia.
La valentía, una vez se adentra por equivocación en un mundo distinto al que conoce, le llevará a conocer a personajes temibles como la “Reina Roja” (la soberbia o actitud altanera recuerda a muchas personas que conforman nuestro entorno, seres humanos que no forman parte de la literatura y sí de la realidad diaria). No me gustan las personas que obran con malicia, ni quienes te menosprecian como si fueses una hormiga (creyéndose gigantes). La indiferencia es el sentimiento que provocan en mi persona “sombrereros locos” o “personajillos” que forman parte de la realidad de Carroll, y se asoman a diario a nuestro mundo. Ese que se mueve bajo las caprichosas y estrictas reglas de un mundo tan incomprensible como egoísta.
Dicen que las prisas no son buenas consejeras y en una sociedad que camina acelerada, ese conejo blanco que pretende marcar el camino de nuestra joven refleja muy bien la precipitación (el mayor error de los seres humanos). La caída de Alicia nos hace pensar en el hecho de dejar atrás las costumbres, mientras la Oruga Azul encarnaría las dudas y la intolerancia de “esa reina” que pretende gobernar de manera dictatorial. Frente a todos ellos, el gato de Cheshire aparece, con un mensaje bastante claro: la lucha como principio que nos puede llevar a la consecución de nuestros propósitos.
En una sociedad en la que las desgracias están a la orden del día, es tarea de obligado cumplimiento crear un mundo mejor, más humano, con la “paz” como faro y los buenos deseos hacia el prójimo como máximo mandamiento.
Miro el reloj. Las doce de la noche es la hora que marcan las manecillas. Es entonces, cuando necesito dormir. Dejo el libro en la mesita de noche, habiendo leído la última página, saciada y contenta por tan buena elección, si bien triste porque este libro es como ese bocado que tanto gusta que da pena tener que acabarlo.
Por todos los mensajes aquí contenidos, con una joven que se convierte en “adalid” de la libertad y la osadía (sin temores de ningún tipo), os animo a leer el título elegido como “mi libro preferido” para el presente curso. Eso sí, una vez que lo terminen, hagan como yo: continuar con el siguiente.
El mismo ya tiene título: Alicia a través del espejo. Espero que mis recomendaciones surtan efecto.