Matilda
Nombre: Ainara Puga Moreno
Curso: 1º ESO A
Centro: IES La Contraviesa (Albuñol, Granada)
Todavía recuerdo esa mañana gris cuando abrí por primera vez ese libro de tapa blanda en la clase de lengua. Me extrañó que la maestra nos mandara leer un libro que parecía para niños. Pero en cuanto lo empecé, me di cuenta de que estaba equivocada. Recuerdo lo bien que me hacía sentir y la forma en la que se expresaba me llevaba a la felicidad o me conducía al enfado; miles de sentimientos que indicaban que era un buen libro. Parecía como si Matilda me hablara.
Matilda es la protagonista de esta historia; una lectora empedernida de tan solo cinco años que, además de inteligente, es sensible; todo a la vez. No cabe decir que todos la admiran menos sus mediocres padres, porque la consideran una niña pequeña sin más. No me esperaba que los padres trataran así a Matilda porque ella nunca causaba ningún problema.
A lo largo de su vida, Matilda se da cuenta de que está desarrollando unos poderes muy extraños pero maravillosos. Así un día decide vengarse y empieza a emplearlos contra la abominable y cruel señorita Trunchbull, la directora de su colegio, quien la había humillado delante de todos sus compañeros. ¿Cómo te sentirías si alguien hiciera lo mismo contigo? Seguro que muy mal, por eso me gustaron tanto los capítulos en los que la pequeñaja e inútil para todos y no para mí, Matilda, se convierte en una heroína.
La historia me gustó, pero ¿y la forma de contarla? Roald Dahl, el autor, describe muy detalladamente los personajes y lugares, haciendo que te atrape aún más. Me llamó mucho la atención la casa de la señorita Honey, la maestra de Matilda, porque me extrañó que fuera una especie de cobertizo. Ella le había comprado a un granjero esa casa dos años atrás, cuando consiguió escapar de la señorita Trunchbull. La casa de la señorita Honey era minúscula y la mayoría de los muebles eran cajas de cartón. En su nevera tenía muy poca comida: solo había mantequilla, leche y pan; y su cama era un viejo colchón sostenido con dos cajas. En el comedor había dos sillas y la mesa era otra caja con un mantel de cuadros por encima. ¿Quién iba a pensar que una maestra vivía así?
Entre sus páginas creí ser la increíble Matilda.