La futbolista
Nombre: Elisabeth Sánchez Olmedo
Curso: 1º ESO A
Centro: IES José Saramago, Marinaleda (Sevilla)
Hace tiempo llegó a la ciudad una niña de doce años llamada Lucía; le gustaba mucho hacer deporte, por lo que se apuntó a fútbol. Ella iba a sus entrenamientos, aunque a veces tenía que faltar por los estudios. Era una niña muy feliz, sociable, a la que le gustaba estudiar. Empezó a entrenar y a jugar al fútbol, aunque el equipo era mixto y los niños le decían que no sabía jugar. Pero ella no les echaba cuenta porque su sueño era jugar en un equipo grande y le daba igual no ser la mejor, porque le gustaba disfrutar de las pequeñas cosas que tenía.
Un día, en un partido, la vieron jugar los entrenadores de su equipo favorito y la llamaron porque era muy buena jugando al fútbol y necesitaban a una defensa central como ella que, dentro de poco, se podría convertir en delantera. Ella dijo que sí, pero aseguró que faltaría a los entrenamientos por los estudios. La protagonista tuvo su primer partido con la cantera del Málaga; en el partido le dieron su equipación, que era blanca y azul con el escudo, y ella era el 4, de nombre Luci. Sus amigos se seguían burlando de ella, le decían marimacho, que era malísima jugando fútbol…
Lucía, al principio, no le echaba cuenta, pero un día en su escuela estaban jugando al fútbol y un niño empezó a decirle cosas, y ella no aguantó y dijo que ya no jugaba más a ningún deporte. Deprimida, se escapó de casa, los amigos empezaron a darse cuenta de que lo habían hecho mal, pero les daba igual. Pasaron los días y no había ni rastro de Lucia: los padres la buscaban sin cesar, pero ella no aparecía y no entendían por qué ella se fue. La directora del colegio llamó a los padres de Lucía diciendo que ya había pasado una semana y Lucía no había ido a clase.
Los padres fueron al colegio y le dijeron a la directora lo que pasó, así que, inmediatamente, reunieron a todos los niños y niñas del colegio. Los compañeros que le habían dicho cosas confesaron y la directora los expulsó. Gracias a la confesión de esos chicos, los padres intuyeron dónde estaba su hija.
Lucía, de chica, siempre iba al mismo lugar donde ella jugaba y descansaba cuando estaba triste. Ese lugar era una mini casita que tenía en el campo su abuela, a dos kilómetros de su casa. Cuando los padres llegaron, ella estaba allí debilitada por no comer y dormida. La montaron en el coche y la llevaron al hospital. En el hospital le dijeron que tenía leucemia, un tipo de cáncer, pero que no era grave y que se iba a recuperar pronto si tenía reposo y si dejaba que los médicos le hicieran su tratamiento.
Los entrenadores de fútbol comenzaron a extrañarse porque ella era una buena deportista a la que le gustaba el fútbol, pero estuvo tiempo sin ir mucho a los entrenamientos. Ellos se enteraron de la noticia y fueron a visitarla. Pensaron darle la noticia en el entrenamiento si iba, pero, finalmente, decidieron decírselo en el hospital.
Lucía, en el hospital, solo pensaba en salir bien de allí y no pensaba en nada más. Los entrenadores fueron a verla y le dijeron que la maravillosa noticia era que la había fichado el Real Madrid femenino. Ella, al enterarse de la noticia, se puso alegre y eso, en realidad, le ayudaba un poco a superar su enfermedad. El Real Madrid hizo una donación para que pudiera recuperarse de su enfermedad, le pagaron una beca en el mejor instituto de Madrid y le regalaron una casa a ella y sus padres.
Ella ya llevaba dos años en el hospital cuando se recuperó y salió de allí. Se fue a Madrid y siguió con sus estudios, convirtiéndose en la mujer más joven en entrar en un equipo profesional de fútbol. Los padres y la familia estaban muy emocionados y eran los primeros que la apoyaban.
Ella siguió jugando hasta que, a los diecisiete años, consiguió un balón de oro. Lucía ganó su primera Champion a los veintiséis años. Su equipo quedó primero en la liga femenina y anotó 64 goles esa temporada, de los cuales ella anotó 34.
Con veintiocho años tuvo su primer hijo, llamado Raúl, y a los treinta y cuatro años tuvo el segundo, llamado Jaime. Se casó a los treinta y cinco años. A los cuarenta años se retiró del fútbol. Su hijo mayor va por el mismo camino que ella, logrando sus sueños, mientras que su hijo chico prefiere el baloncesto y es muy buen estudiante.
Ahora tiene una bonita familia, un hombre al que ama, unos hijos a los que adora y unos padres que la apoyan y la quieren.
Simplemente; la vida
Nombre: Naima Ocaña Martín
Curso: 1º ESO A
Centro: IES José Saramago, Marinaleda (Sevilla)
El 8 de septiembre de 2010 nació una dulce niña. Ella se llamaba Aitana. Y esta historia cuenta lo dura que iba a ser su vida.
Fue creciendo poco a poco, era muy risueña, alegre, amable y, como siempre, estaba feliz con su familia, pero llegó a la edad de los dos años y dio el primer giro su vida: sus padres se separaron. A ella aún no le afectaba porque era demasiado pequeña. Su infancia no fue nada fácil, sus compañeros de clase le decían cosas, la insultaban, hasta había veces que llegaron a pegarle. Casi todos los días llegaba a casa llorando, diciendo que no quería ir más al colegio. Su madre intentó arreglarlo hablando con los padres de los niños que le decían cosas, pero no funcionó mucho. Empezó a irse con su padre a los cinco años, antes no podía porque su padre trabajaba fuera de España; permanecía un fin de semana con su madre y otro con su padre. A Aitana le afectó la separación de su madre, ya que esos tres años no convivió con su papá. Esto también le afectó a la primaria, porque no quería separarse de su madre cuando la dejaba por la mañana en clase; la abrazaba y no se soltaba. Aitana lloraba las noches que le tocaba con su papá, decía que echaba de menos a su madre porque su padre vivía lejos, en Málaga, por temas de trabajo. Sus padres (aunque les costaba bastante hablar entre ellos) decidieron llevar a Aitana al psicólogo por haberle afectado su separación. Se lo comentaron a su hija, y a ella le pareció bien, pero se sentía un poco asustada por no saber lo que era. En la primera sesión, Aitana estaba bastante nerviosa. Le preguntaron qué le parecía y cómo le sentaba la separación de sus padres. Aitana le contestó y lo explicó todo llorando desconsoladamente. Y sí, estaría yendo al psicólogo hasta que se tomara como una cosa normal lo de sus padres, y creedme, estuvo unos cuantos años visitándolo.
Siguió creciendo y, a eso de los seis años más o menos, le empezó a apasionar el fútbol. Entonces le llegó la noticia de que su papá tenía pareja. Aitana no se lo tomó tan bien, creía que esa mujer iba a sustituir el papel de su madre, claro que no fue así, pero ella era pequeña y no lo entendía. Desde ese día la mamá de Aitana no le hablaba muy bien de su padre, pero ella no le ponía interés.
A Aitana cada vez le gustaba más eso de jugar al fútbol. Intentó apuntarse, pero no le fue nada bien. Sus amigos eran muy crueles y machistas con ella. Así que se rindió y prefirió apuntarse con unos cuantos años más.
En la primaria tampoco le fue bien, aún le decían cosas, ella lloraba, y también estaba el problema de sus padres… Al final Aitana sufrió ansiedad.
Cumplió nueve años y el padre de Aitana se separó de la pareja que tenía, así su papá se iría a vivir a su pueblo, ya que él vivía en Málaga por el trabajo. Ella se puso contenta porque ya estaba conviviendo solo con su papá, pero aún echaba de menos a su mamá. En clase todo había cambiado: sus compañeros/as la trataban bien. Ya no le decían cosas ni nada por el estilo. Aitana se puso muy contenta. Pero aún no eran todo rosas y colorines. Sus padres se peleaban frecuentemente por las fiestas y vacaciones, para ver cuánto estaba con cada uno. La teoría era sencilla: una semana con su padre y otra con su madre. Pero para sus padres no era tan fácil como en el ejemplo. Y, como sus padres no se hablaban, Aitana era, por así decirlo, la mensajera. Le comentaba a uno lo que el otro le decía, y así frecuentemente. Entonces esas peleas le afectaban mucho a Aitana; siempre acababa llorando. También sus padres hablaban mal del otro y utilizaban a Aitana como forma de desahogue, y eso le afectaba el doble. Y lo peor de todo esto es que lo tuvo que soportar desde que empezó a irse con su papá. Ya dejó de ir al psicólogo porque este decía que era una niña muy buena, que todos estos problemas la hacían más fuerte y más madura, así que le dejó tres años de descanso. Si era una cosa urgente sí podría ir a consulta, pero si no, tendría que cumplir el plazo.
A los diez años, el papá de Aitana encontró otra pareja. Esta vez, cuando le tocaba a Aitana con su padre, se iba a Cádiz, por tema de trabajos y porque allí vivía la nueva pareja de su padre. Y esta mujer no le caía muy bien a Aitana: le regañaba mucho y también se peleaba mucho con su padre. Desde entonces, las peleas de sus padres eran más frecuentes todavía. Y, como no, todo se lo tragaba Aitana. Además, cuatro días después de su cumpleaños, falleció la única abuela que le quedaba, eso hundió aún más a Aitana.
A los once años se apuntó al fútbol y le iba bastante bien. No había fútbol femenino, sino que era mixto. Todos sus compañeros la aceptaban e incluso le decían que era la mejor defensa del equipo, ya que ella era defensa lateral izquierdo, aunque fuese diestra. Sus padres seguían en las mismas y le seguía cayendo igual de mal la pareja de su padre, pero al menos esta vez tenía el fútbol que le ayudaba a despejarse.
Al cumplir doce años la protagonista, su madre se quedó sin casa. Aunque no había tenido casa propia antes, se quedaba en la casa de su abuela fallecida. Eso le afectó un montón a Aitana. Claro que, al fallecer su abuela, los hermanos de su madre y su madre se pusieron de acuerdo y decidieron venderla y no alquilarla. Aunque su madre quería ponerla en alquiler, eran muchos hermanos y ganó ponerla en venta por mayoría. Esos meses de papeleo fueron muy duros para Aitana. Al quedarse sin casa su mamá, la recogieron su tito, su tita y su primo mayor. Al principio del traslado iba todo bien: a Aitana le iba bastante bien el instituto y sus tardes las dedicaba a despejar la mente con el fútbol. Su madre no paraba de buscar por su pueblo casas de alquiler, aunque no tenía suerte. Pasaron los meses y seguían en la casa de sus tíos. El ambiente no era tan agradable, empezaron a despreciar a su madre y a Aitana, y a tratarlas mal. Su mamá no encontraba casa por ningún lado. Y entre los problemas de sus padres, la pareja de su padre y el hecho de no tener casa, Aitana estaba fatal. Lloraba mucho y tenía ansiedad. Le afectaba a su vida en el instituto, cosa que ella no quería que sucediera, aunque al menos a los estudios no le molestaba. No obstante, le costaba estudiar con tanto estrés por tantas causas. Su madre no la trataba tampoco bien por lo mal que lo estaban pasando y Aitana, a veces, le contestaba cuando ella nunca había hecho eso y le dolía mucho contestarle a su madre. Pasaron cinco meses y encontraron casa, al fin. Aún continuarían los problemas con sus padres y con la pareja de su padre, pero seguiría siendo fuerte.