Invisible
Nombre: Mara Rodríguez Docampo
Curso: 2º ESO B
Centro: IES Guadalentín, Pozo Alcón (Jaén)
Enteliquia: “Cosa, persona o situación perfecta e ideal que solo existe en la imaginación.”
Al terminar este libro me pregunté: ¿En qué clase de sociedad nos hemos convertido? Estamos rodeados de monstruos, es más, casi todos nosotros lo somos. Parece que mejoramos y aprendemos de los errores, pero no creo que siempre sea cierto, porque hay veces que avanzamos un paso pero retrocedemos tres, mejoramos en ciertos aspectos, pero no como comunidad, como equipo ya que convertimos a personas débiles en invisibles y a otras en monstruos, porque incluso los villanos necesitan de vez en cuando un abrazo para sentirse protegidos.
Hay dos tipos de monstruos, los que atacan y los que ven tal ataque, pero ambos tienen culpa porque necesitan la debilidad de alguien para sentir su fuerza, al igual que el fuego necesita seguir quemando el bosque para no desaparecer.
Y es cierto que todos alguna vez hemos deseado tener superpoderes y volvernos invisibles, poder escapar de la situación sin dar explicaciones, huir y ser libres; pero también hemos deseado dejar de serlo, porque ya no se trata de un juego de niños y a veces es demasiado tarde…
No conocemos nada del protagonista, no sabemos su edad ni tampoco su nombre, pero poco a poco él te envuelve con sus sentimientos, contándonos su historia, escrita con un final claro: el suicidio. Una palabra muy dura para mentes simples y lejanas, pero sin darnos cuenta puede estar cerca de nosotros, donde menos la esperamos, e incluso podemos llegar a ser los causantes de ella.
Todo empezó con un “cosas de críos”, tres palabras que ocultan una verdad dolorosa tras un manto de esperanza. No todos imaginaban lo que le estaba ocurriendo al chico invisible, no sabían sobre sus superpoderes, pero sí conocían el acoso que sufría cada día al entrar al instituto, en cada clase con insultos y golpes, cada almuerzo pisoteado en su recreo y cada día que salía tranquilo de casa pero debía llegar corriendo para no encontrarse con ellos, los monstruos; pero es mucho más fácil mirar y no querer ver, girar la cabeza para otro lado y pensar que no es nuestro problema, usar “mientras no me toque a mí” como filosofía de vida.
Supongo que todo Batman tiene a su Robin, esa persona que es imprescindible y que nos sana sin ser consciente. Para el chico invisible era su hermana Luna. Una niña de seis años con un corazón enorme. Puede que pensemos que no entendía nada de lo que a su hermano le sucedía, pero al fin y al cabo fue la única que supo ver cuando él peor estaba. Ella le amaba y cada noche le pedía que le contase un cuento, cuento en el que su hermano camuflaba sus historias dolorosas y a las que Luna siempre les proporcionaba un final feliz. También su profesora de literatura se convirtió en su Robin. Una chica con un dragón tatuado en la espalda, pero sobre todo en sus recuerdos, recuerdos que se asemejan a la historia de nuestro protagonista. Por eso cuando el dragón despierta ya no hay vuelta atrás, porque él no soporta ver el dolor de un niño indefenso sin ganas de nada, ya que su dueña lo sufrió un tiempo atrás y ahora él es la cicatriz de esos momentos; así que unas simples palabras sinceras escritas en la pizarra de la escuela pudo enseñarle a todos que la palabra cobarde puede pertenecernos, que el ser un empollón es sinónimo de éxito en el futuro, y que ser invisible no es un superpoder.
Y es que a veces “la mente puede causar un dolor infinito basándose en la nada” porque aquel chico invisible nunca lo fue, pero se resguardaba en el deseo de querer serlo. Por eso cuando la mente consiguió lo que quería, él solo pudo pensar que no hacía nada siguiendo en este mundo; que aunque nunca lo hubiese creído deseaba volver a ser visible, sobre todo para las personas que amaba, “ pero cuando uno quiere ser invisible después no puede culpar a nadie por no verle” Así que subido a las vías del tren solo esperaba su último suspiro, su último segundo de vida, ese segundo que no llegó, porque aún le quedaba una persona por la que luchar, Luna. Así que a pesar del golpe, hoy nuestro chico invisible vuelve a ser visible ahora que ha encontrado su dragón interior. Y es que hay veces que no valoramos el tiempo hasta que nos quedan apenas segundos y tampoco valoramos a las personas hasta que podemos perderlas.
Tras leer esta historia me he dado cuenta que todos podemos ser monstruos, que solo basta con no hacer nada para volver a alguien invisible y que muchas veces es mejor actuar a pesar de nuestro miedo. También he abierto los ojos, ojos de una niña guardada en mi interior, una niña que creía en los finales felices de las películas, que era incapaz de juzgar un libro por su portada, una niña que disfrutaba de cada segundo con sus seres queridos y que nunca perdió la esperanza de crecer como persona. Una niña que como Luna, puede convertirse en el Robin de alguien sin si quiera intentarlo, porque a veces solo basta con ser nosotros mismos, sin ponernos barreras ni máscaras que nos cubran. Porque esta historia tiene de protagonista un chico que podría ser cualquiera de nosotros, así que os recomiendo, queridos lectores, que miréis a vuestro alrededor y encontréis a esa persona que necesita tu ayuda, porque el ser débil no es un defecto, pero sí el ser cobarde.
Por eso, querido chico invisible, gracias por hacer de tu historia la mía, gracias por enseñarme a ver desde los ojos de Luna y por abrirme las puertas de tus pensamientos y sentimientos. Gracias por darme la opción de cambiar esta sociedad empezando por uno mismo.
Gracias Eloy Moreno, por escribir esta historia “para todas las personas que independientemente de su edad, se han sentido alguna vez invisibles. Para vosotros, para nosotros. Para que nunca nunca nunca dejéis de buscar vuestra Luna. Ni vuestro dragón.”
Peter Pan
Nombre: María Berbel Lara
Curso: 2º ESO A
Centro: IES Guadalentín, Pozo Alcón (Jaén)
Tengo 13 años y me he criado entre páginas de libros e historias de aventuras, pero, ya he crecido y ya no soy esa niña risueña que no distinguía entre la realidad y la fantasía. Ahora he madurado, tal vez por eso me complazca tanto leer, porque desconecto de la realidad y dejo volar mi imaginación como cuando era pequeña. Me encierro en mi habitación y dejo que cada palabra, cada risa y cada lágrima me transporten a nuevos mundos en los que no pienso, simplemente siento.
Peter Pan no es solo mi libro favorito, es un cuento que leí de pequeña, que se ha convertido en un libro con numerosas páginas. El escritor es J.M.Barrie de la editorial Alma. Habla sobre la infancia, la magia de ser un niño. Él los describe como: personas alegres, inocentes y un poquito egoístas. Todos ellos crecen menos uno, Peter Pan, este no está hecho para tener una aburrida vida como los demás. Peter Pan nació para destacar, nunca crecer y vivir miles de aventuras. Tal vez por eso su madre no le comprendió y tuvo que ir a un país llamado Nunca Jamás para ser siempre un niño y no crecer nunca.
Wendy, Michael y John son hermanos, viven con sus padres y una niñera llamada Nana que es un perro. Todo parece estar normal hasta que una noche Peter Pan entra en el cuarto de los niños y pierde su sombra. A la noche siguiente vuelve, la encuentra e intenta pegársela con jabón, al no conseguirlo su llanto despierta a Wendy quien amablemente le ayuda y la cose. Otro día al ponerse el sol Peter Pan llega y propone a Wendy, Michael y John volar hasta el país de Nunca Jamás, ellos se asombraron pues ¿cómo iban a volar? Peter Pan les enseñó y sin más, salieron por la ventana de su habitación hacia “la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer” según indicaba Peter.
Llegaron al país de Nunca Jamás, donde se encontraban algunos niños sin madre, el protagonista dijo que muchos niños se habían marchado pues ya habían crecido. Estuvieron un tiempo, no sabría decir cuánto ya que en el país de Nunca Jamás “el tiempo se cuenta en lunas y soles y hay muchos más que en nuestra Tierra”. Solo sé que el suficiente como para salvar a Tigridia (quien formaba parte de la tribu de las pieles rojas) derrotar al capitán Garfio y vivir otras miles aventuras junto a Peter Pan. Pero el tiempo pasa y todo acaba, así que los hermanos se dirigieron hacia su casa junto a los niños sin madre, que habitaban en el país de Nunca Jamás. Wendy dijo a Peter que le recogiese cada primavera para hacer la limpieza primaveral y así fue durante unos años, pero como ya he dicho antes, el tiempo no se cuenta en el país de Nunca Jamás. Peter tardó demasiado, pues al volver a recogerla Wendy ya estaba casada y tenía una hija; Peter Pan sin embargo aún conservaba sus pequeños dientes de leche.
Si algo me ha enseñado este libro es a volar como Peter Pan, sonreír como Wendy, no confiar nunca en personas como el capitán Garfio, proteger como la tribu de pieles rojas a Tigridia, querer como el señor y la señora Darling a sus hijos y cuidar como cuidó Nana de sus pequeños amos.
Todos estamos destinados a crecer, pues como el mismo Peter Pan dijo, “los dos años son el principio del fin” pero espero no perder nunca la magia con la que los niños sueñan que un día llegará Peter Pan a llevarlos al País de Nunca Jamás.
Todos los adultos añoran la infancia, pero de pequeños solo pensamos en crecer, tal vez es cierto que nunca estamos conformes con lo que tenemos porque al tenerlo nos damos cuenta que no es tan maravilloso como creíamos. Ojalá pudiera ser como Peter Pan que puede huir a Nunca Jamás y puede escoger si crecer o no. Pero la realidad es que no podemos. Ahora que he crecido entiendo por qué Peter Pan nunca ha querido crecer.