El Príncipe de la Niebla
Nombre: Álvaro Fernández Osuna
Curso: 2º ESO
Centro: IES Pablo de Olavide, La Luisiana (Sevilla)
El Príncipe de la Niebla es un libro bastante bueno en mi opinión y uno de los mejores que he leído. La historia es tan interesante que te engancha y anima a seguir leyendo. Está muy bien escrito. Enseguida te encariñas con los personajes. Lo recomiendo si os gustan los libros de intriga. Yo lo leí porque me lo mandaron en el instituto y se ha convertido en mi libro favorito.
Esta es una historia breve, sencilla y fácil de comprender, con un argumento donde el escritor nos cuenta cómo una familia por problemas de la guerra decide mudarse a una casa de un pueblo costero, lugar en el cual comenzaron a ocurrir cosas extrañas que tenían que tener una explicación, ya que no podían suceder por casualidad.
Creo que Carlos Ruiz Zafón nos quiere transmitir el mensaje de que no se puede confiar en nadie que te ofrezca algo que deseamos mucho, sin saber lo que nos pide a cambio, y ha escrito la historia de tal manera en que el lector/a entre en ella, cosa que conmigo ha conseguido. Debido a las escasas descripciones de personajes, sentía que estaba en el lugar de Max todo el tiempo.
Este libro también me ha llamado la atención porque trata sobre diferentes temas, romance, drama, intriga, y el principal, la importancia del paso del tiempo, así como que es una lectura recomendada para cualquier edad, la cual tiene un final triste pero abierto, ya que la vida del personaje principal puede continuar.
En esta historia el narrador es externo, omnisciente y los personajes son redondos.
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El príncipe de la niebla
Nombre: Francisco Escalera García
Curso: 2º ESO
Centro: IES Pablo de Olavide, La Luisiana (Sevilla)
En verano de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial, Max cumplió trece años. Es hijo de Andrea Carver y de Maximilian Carver, un relojero e inventor, y tiene dos hermanas, Alicia, de quince años, e Irina, de ocho. Maximilian reúne a toda la familia para avisarles de que se van a mudar a un pueblo a las orillas del Atlántico, que todos sabían excepto Max, ya que él no quiere dejar el colegio ni a sus amigos. Cuando Max le preguntó a su padre si se mudaban por la guerra, le dijo que no y le dio un reloj de plata en el que ponía “La máquina del tiempo de Max”. A la mañana siguiente, la familia se pone en marcha y, tras muchas horas de viaje, lo primero que ve Max al llegar a su destino es el mar, que nunca antes había visto.
Paseando por el pueblo, pensó que parecía una maqueta. De camino a casa, decidieron llevarse un gato que habían visto en la estación de tren y había enamorado a Irina. Max, por su parte, se dio cuenta de que el reloj de la estación funcionaba al revés. El nuevo hogar de la familia fue construido por un cirujano londinense, Richard Fleischmann, y su mujer, Eva Gray. Lo utilizaban como casa de verano y apenas salían y se relacionaban con las personas del pueblo, porque eran muy solitarios. Todo cambió cuando nació su hijo, Jacob, quien murió ahogado a los siete años, lo que arrastró a sus padres a la infelicidad más absoluta. Dos años después de eso, Richard murió y los abogados de Eva decidieron poner la casa en venta, y Maximilian la vio perfecta para escapar de la guerra.
De camino a la casa, Max vio una silueta negra en el océano, la cual desapareció poco después. Al llegar, deciden limpiar la casa y mandan a Max a matar las arañas del piso de arriba.
Al subir vio a lo lejos un jardín de estatuas abandonado con el símbolo de una estrella de seis puntas. Esa noche Max sueña que una figura le decía cosas al oído y que vuelve a ver la silueta que vio en el mar. Al día siguiente, Max va al jardín de las estatuas. Distingue unas veinte estatuas que representan a los miembros de un circo, todas mirando hacia el oeste y puestas en forma de estrella de seis puntas. En el centro había un payaso sonriente con el brazo extendido y el puño cerrado. En una losa de piedra se volvió a ver la misma estrella de seis puntas. Cuando vuelve a mirar al payaso, se percata de que su puño se ha abierto y huye a su casa. Allí, su padre le cuenta a la familia que ha encontrado un proyector de cine y películas viejas en el garaje.
Al día siguiente, Max se dirige al pueblo y visita el faro, donde conoce a Roland. Éste le enseña el pueblo y luego lo lleva a los acantilados, donde le cuenta a Max que cerca hay un barco hundido en 1918, el Orpheus, y que el único superviviente se quedó en el pueblo y construyó el faro. Ese hombre, ahora anciano, era el farero del pueblo y el abuelo adoptivo de Roland, Víctor Kray, ya que sus padres cuidaron del anciano cuando éste sobrevivió al naufragio y, más tarde, morirían en un accidente de coche, por lo que el anciano se convirtió en farero y se hizo cargo de Roland cuando éste tenía un año.
Esa noche, Max ve triste a su hermana Alicia y le cuenta su encuentro con Roland, invitándole a una quedada que habían organizado al día siguiente para bucear. Luego, se reúnen en familia para ver las películas viejas que había en la casa. En ella había grabaciones caseras de Jacob y se ve un jardín: el jardín de las estatuas. Max observa que el payaso de la grabación es distinto al que vio él. Al terminar de ver las cintas, la familia se va a dormir y Alicia le confiesa a Max que la noche anterior al viaje ella soñó con el payaso de la película, salvo que en el sueño no era un payaso.
Al día siguiente, Alicia se despierta siendo observada por dos ojos amarillentos, era el gato que su hermana Irina se empeñó en llevar a casa. Alicia odiaba mucho a ese gato porque siempre la observaba y perseguía. Luego de eso, se marcha con Max a conocer a Roland; tanto Alicia como Roland se quedan prendados el uno del otro nada más verse. Van al faro, donde Roland les enseña una cabaña que él mismo había habilitado en la playa y donde guarda objetos que él mismo ha rescatado del barco hundido.
Max y Roland van a bucear e investigar el barco, donde no hay peces ni vegetación. Durante la expedición, Max ve que en la bandera del barco está la misma estrella de seis puntas que en el jardín de las estatuas. Al salir del agua, Max le cuenta a Roland la historia del jardín y Roland le cuenta a Max la historia del barco hundido. El Orpheus era un buque mercante que se hundió el 23 de junio de 1918. Deciden descansar en la cabaña de Roland. Tanto él como Alicia se quedan dormidos y Max vuelve a casa para seguir viendo películas.
En la cinta ahora veía un paseo por la casa que terminaba en la habitación de Irina, frente al armario. Vio una mano que sostenía el reloj que le había regalado su padre, aunque las agujas retroceden en lugar de avanzar, cada vez más deprisa hasta que el reloj explota. Después la cámara se dirige a un espejo, donde se ve que es Roland quien graba. En ese momento, la película se atasca y Víctor golpea los cristales pidiendo entrar.
Víctor le explica a Max que el Príncipe de la Niebla había estado a punto de llevarse a Jacob, pero él lo salvó. Jacob no recordaba quién era, ni quiénes eran sus padres, y Eva Gray le hizo prometer que lo cuidaría porque si seguía con ella y su marido correría peligro. De modo que Víctor lo llamó Roland y lo cuidó como si fuera su nieto adoptivo.
Mientras tanto, en la cabaña, una sombra oscura coge a Alicia y la lleva al Orpheus, que estaba emergiendo lentamente. Caín se encuentra con Roland y le dice que, si quería que Alicia sobreviviera, debía ir a buscarla. En eso, Max llega a la playa y ve que Roland va a rescatar a Alicia, y Max va detrás de él.
El hobbit
Nombre: Iván Mantilla Ruiz
Curso: 2º ESO
Centro: IES Pablo de Olavide, La Luisiana (Sevilla)
Buenas noches, lectores, soy Bilbo Bolsón, sí, sí, Bilbo, el de El Señor de los anillos. Es 15 de febrero, aunque, jeje, no sé actualmente en qué edad nos encontramos. Escribo desde Valinor. Si leísteis mi historia entenderéis dónde me encuentro. No os puedo contar qué fue de mí. Yo, Bilbo Bolsón, nací el 22 de septiembre en el año 2890 de la Tercera Edad. Soy un hobbit. ¿Qué es eso? Yo tampoco lo entendería si no lo fuera, pero soy una especie de enano, de pequeña estatura, aunque con unos pies gigantescos. Si pudiera, os colocaría una pequeña imagen con un dibujo que hice de mí, pero no soy tan listo como para ponerlo en este trozo de papel.
Antiguamente, antes de llegar aquí, nací, crecí y viví. Bueno, lo de que viví es refutable. Total, que estuve aquí durante mi infancia. Un día cualquiera, fumaba una pipa después de desayunar en la puerta de mi casa. Y llegó un gran anciano, con un palo de madera y un gorro. Su nombre era Gandalf, si no recuerdo mal, pues ya hace mucho tiempo y me he vuelto viejo y olvidadizo. Aunque eso no importa. Yo sabía que los hobbits no éramos de mucha fiesta ni aventura, sino más bien aburridos. Pero yo no era así. Me habló sobre una aventura y cómo iba a decir que no. Lo invité a tomar té al día siguiente.
Cuando llamaron a mi puerta allí estaba Gandalf, acompañado por, ¡doce enanos! o trece, no me acuerdo. No eran muy altos, más o menos de mi estatura. Estaban comandados por mi amigo Thorin Escudo Roble. Me explicaron que habían escapado de su casa por culpa de un dragón llamado algo así como…, como nada, no era importante el nombre del estúpido dragón. El caso es que venían para recuperar su montaña, su vivienda y querían contar con mi ayuda. No pude negarme y partí con ellos.
Tras dejar las tierras hobbits, llegamos a un pequeño bosque, donde íbamos a descansar. Pero no pudimos, pues vimos una luz. Ya que mi trabajo era el de saquear, fui a averiguar de qué se trataba. Me quedé con la boca abierta, sin poderla cerrar. Como nunca había salido de mi aldea, jamás había observado a aquel monstruo gigante. Eran tres grandes trolls. Llamé a la piña y el gran mago, cuyo nombre no recuerdo bien, convirtió a los trolls en piedra. Impresionante, ¿no? Eso no es nada con lo que ocurre más adelante. Vaya, que salimos ilesos de esa pequeñísima aventura.
Partimos. Llegamos a las Montañas Nubladas. Nos la descubrió un Elfo, Renlod, digo Elrond, era su nombre. Sin enrollarme, Bilbo, el caso…, ¿de qué estaba hablando? ¡Ah, sí! Llegamos a las Montañas, aunque cómo no, los problemas no escaseaban. Una tormenta nos hizo resguardamos en una cueva. Pero resulta que era la entrada a las cavernas de los trasgos y por la noche, asquerosamente, nos atacaron y nos hicieron prisioneros. Afortunadamente, Gandalf, ¡por fin me acuerdo del nombre!, a quien no habían aprisionado, bueno…, en realidad no hizo nada. En realidad, fueron los enanos los que se liberaron. Pero estos fueron perseguidos por los túneles y yo me perdí.
Me arrastraba por los túneles cuando toqué algo pequeño, metálico, duro. Era un anillo. Lo guardé en mi bolsillo y continué hasta un lago. Allí había un monstruo, feo como una babosa. Su nombre era Gollum. Era ágil, pequeño, y parecía un mono por sus movimientos y espalda.
Por fin salí y encontré a mis compañeros, por lo que continuamos el camino. Unos trasgos nos siguieron, así que nos resguardamos en lo alto de unos árboles y el mago hizo una magia extraña, para alejarlos, con piñas. Estos señores se quemaron y un águila nos sacó de allí volando, increíble. Sí, dejamos atrás las Montañas Nubladas.
Pronto llegamos al corazón de otro bosque, el Negro. Sin duda el bosque más terrorífico y el momento más tenso, bueno, el segundo más tenso de toda mi fascinante vida. Unas arañas atraparon a todos menos a mí: gracias al anillo me volví mágicamente invisible. Después de un infarto y varias arañas derrotadas, liberé a los enanos y seguimos la marcha. Saliendo del bosque, nos apresaron otros elfos. De nuevo me escapé con la invisibilidad y encontré una compuerta. Llevé a los enanos allí y cuando el guardia se durmió nos metimos en barriles huyendo por un río, fue magnífico. De allí llegamos a la Ciudad del Lago, donde saqué a los enanos de los barriles. Nos presentamos ante el gobernador. Y nos acogió, aun estando muy nervioso. Nos dieron comida y abandonamos la ciudad en busca de Smaug.
Al fin llegamos y encontramos una pared, simple. Aunque no tenía ningún tipo de cerradura, los enanos estaban convencidos de que era ahí. No podíamos abrirla. De repente, cuando el sol se acabó poniendo, un rayo cayó sobre la superficie de la roca y apareció una cerradura. Introdujo la llave Thorin y poco a poco se fue abriendo una puerta. Entramos. Nos introdujimos a la montaña por una especie de túnel. Allí estaba. El dragón, cubierto por una gran capa de oro. Dormido. Los enanos no salieron por miedo, pero yo estaba allí por algo. Me lancé y creo que encontré lo que buscaban. Lo agarré, era un mineral brillante. Huí, aunque fue lo peor que pude hacer porque desperté al gran monstruo. El susto me hizo tirar el mineral, por lo que fui huyendo mientras buscaba la piedra y utilizaba diferentes métodos para esconderme, aunque me seguía percibiendo el monstruo.
El dragón, al no encontrar a su víctima, salió de la montaña. Mientras, yo ya había agarrado la piedra sin que nadie se enterase y la metí en mi bolsillo. Como dije, creo, el dragón salió y lo primero que encontró fue la Ciudad del Lago. Lo destruía todo a su paso, aunque, lo nunca esperado, un chico llamado Bardo, logró montarse en el lugar más alto, donde había una flecha y un arco que habían acabado con un dragón antes. Tragó aire y la lanzó, clavándosela en el pecho. Los hombres, al final, nombraron rey de la ciudad a Bardo y este solicitó la ayuda de los elfos para reconstruir la ciudad y repartirse el tesoro de la montaña.
Los enanos y yo, al enterarnos de que ambos ejércitos venían, reforzamos la puerta para impedirles el paso. Quisieron negociar por el tesoro con los enanos y no tener que llegar a la lucha, pero Thorin y su orgullo lo impidieron. Así que tomé la decisión de hablar con el rey elfo y Bardo: les entregué la piedra para facilitar el negocio.
Volvieron a intentarlo, ahora ofreciendo la piedra, aunque Thorin enfureció tras conocer mi traición. Los enanos trajeron su ejército, al igual que los elfos, y comenzó la guerra. Pero esto no era todo, pues varios trasgos también fueron atraídos por las riquezas de la montaña. Y así se libró la fantástica batalla de los Cinco Ejércitos, entre elfos, hombres, enanos y trasgos. En este combate fui golpeado en la cabeza y cuando me reanimaron me llevaron ante Thorin, muerto ya. Fui informado más tarde de que los trasgos, aun siendo más numerosos, habían sido derrotados. El tesoro acabó siendo repartido con justicia y enterraron a Thorin bajo la montaña.
Así acaba mi historia, seguramente habré olvidado algunos acontecimientos, pero me siento feliz de ser protagonista de este cuento de ensueño. Gracias por leerlo.
Firmado: Bilbo Bolsón, hijo de Bungo y Belladona
El príncipe de la niebla
Nombre: José Manuel Moreno Freire
Curso: 2º ESO
Centro: IES Pablo de Olavide, La Luisiana (Sevilla)
Hola, despreciables, soy Caín, mejor conocido como El príncipe de la niebla, pero…, dejémonos de presentaciones e iré al grano. Si no recuerdo mal, esto pasó en la década de los cuarenta, había muerto en un barco llamado “Orpheus”, un nombre peculiar. Mis compañeros circenses y yo nos desvanecimos en aquel lugar, sin embargo…, mi alma nunca murió y como soy un hombre de palabra fui a por lo que es mío, el escurridizo Jacob Fleihsman. Supongo que no lo conocéis, bueno, mejor dicho, que no lo conocíais porque ya…, está muerto. ¿Me enrollo mucho, ¿verdad? Jacob era un chico que me pertenecía, porque su padre Richard me prometió que si le conseguía esposa me otorgaría a su primogénito y no lo hizo, así que me cobré la venganza, matándolo años más tarde. Pero…, antes de la muerte de Jacob ocurrieron muchas cosas.
Una familia nueva llegó al pueblo donde Jacob se hospedaba. El miembro más odioso de la familia se llamaba Max, ese renacuajo fue el que conoció a mi Jacob y casi, repito, casi me lo arrebata. Ese niñito entró a mi jardín de estatuas y obviamente no me iba a quedar quieto. Decidí asustarlo en el cementerio. Mi precioso, divino y adorable gatito dejó caer a su hermana por las escaleras. Se supone, repito, se supone, que se asustó con el gato. Mentira, bueno, a ver, mentira del todo no es, pero…, eso ya no importa.
Me descubrieron gracias a unas dichosas películas que mi maravilloso amigo Maxmillian Caver encontró en el garaje de su nueva casa. Qué suerte, ¿verdad? Mi queridísimo amigo Max, el muy astuto, no se conformó con verlas una sola vez, estuvo mirándolas como si no hubiera un mañana. Por culpa de esto, mi plan casi sale mal. Esta no es la típica historia de cuento de hadas en la que los buenos ganan y los malos pierden. Aquella vez gané yo. Max intentó salvar a su amigo Jacob miles de veces. La mayoría lo consiguió, excepto la última: aquel día de verano fue el peor para ellos y el mejor para mí.
Antes ya lo intenté matar en otra ocasión. Pasó repentinamente. Me encontraba en el “Orpheus” como de costumbre, noté que alguien o algo se había sumergido en mis terroríficas aguas, las del Atlántico. No me importó mucho, pensé que serían más turistas, hasta que de repente le vi la cara. Era él, Jacob. Sin pensarlo, nadé hacia arriba, notaba cómo se iba alejando cada vez más, se dirigía hacia un bote, cogí impulso y lo agarré del pie. Tiré y tiré, hasta que lo traje conmigo. Notaba el terror de su mirada y eso me satisfacía. Pensé que ese era el día en el que Caín o El príncipe de la niebla, conseguiría a Jacob. Escuché cómo dos voces llamaban a alguien por el nombre de Roland. En aquel momento no sabía a quién se referían, pero después supe que Roland era el nuevo nombre de Jacob, sí, mi Jacob. Qué horrible nombre. Cuando la marea estaba calmada, vi que alguien más se estaba adentrando en el mar, se trataba nada más y nada menos que de Max. Este, de un tirón, me quitó a Jacob de los brazos y se lo llevó a la superficie. Ya…, no sé qué más pasó porque me quedé en el “Orpheus”.
Ahora sí, hablemos de mi dulce venganza. Todo comenzó cuando Max se dio cuenta de que Jacob y su supuesto amiguito Roland eran la misma persona. (Aún sigo sin creer que se llamase Roland, ¿no había otro nombre?, en fin, todo en este mundo no sale como uno quiere.) Me hubiese gustado matar a Jacob aquel día, pero si eso hubiese sucedido no os estaría contando esto.
Ahora sí, podemos seguir, ¿por dónde íbamos?, ah, sí, por la muerte final de Jacob. Cuando Max descubrió lo de Jacob fue a hablar con mi enemigo Victor Krey, el malaventurado, que no permitió que matase a Jacob. Víctor había ido a visitar mi jardín de estatuas, al lado de la casa en la playa donde se hospedaba Max. Entonces Victor llamó corriendo a la casa de Max, éste abrió y Victor le preguntó dónde estaba Rrr-ro-land. (No pronunciaré su nombre más, lo llamaré Jacob.). Víctor preguntó dónde estaba Jacob, pero Max, el muy astuto, le pidió que le contase toda la verdad, que sin dinerito no hablaba el perrito. Cuando Víctor se lo confesó todo detalladamente, incluido lo mío con Jacob, ambos, sobresaltados, se dirigieron a la playa. Allí me encontraba yo, con Alicia y Jacob bajo mi poder. A ella la encerré en el camarote del capitán. Y mientras luchaba con Jacob, Max intentaba entretenerme. A este le perdoné la vida, al igual que a Alicia, pero a Jacob me lo llevé conmigo: le prometí en un último pacto que la salvaría a ella. Así, cuando ambos intentaban a salir a la superficie, por una mera casualidad, el pie de Jacob quedó atrapado en el “Orpheus”. Alicia pretendía salvarlo, pero Jacob le soltó la mano. Una trágica despedida, ¿verdad? Cuando Alicia llegó a la superficie sola, sin Jacob, todos echaron a llorar.
Tiempo después, todo, pero todo, iba perfectamente. Nadie recordaba la muerte de Jacob, o eso creo. Y, aunque ahora mi queridísimo amiguito Max domina el faro de Víctor, no cuenta con mi presencia… Pero entre tú y yo, esto aún no ha acabado… Ja, ja, ja, ja…
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W
Nombre: José Manuel Rivero González
Curso: 2º ESO
Centro: IES Pablo de Olavide, La Luisiana (Sevilla)
Hola, buenas, yo soy José Manuel Rivero González y os voy hablar sobre el fantástico libro W de Isaac Rosa. A mi este libro me ha parecido fantástico, me ha gustado mucho, sobre todo el intercambio de narradores entre Simón y Valeria. También me parece una idea bastante original lo de los dobles. A pesar de que Valeria y Valentina son exactamente iguales físicamente, mentalmente son completamente diferentes. Valeria es supertímida, y en los momentos importantes se queda paralizada y huye. Sin embargo, Valentina es valiente, es bastante sociable y si le dicen algo o se meten con ella, rápidamente responde sin pensárselo dos veces, cosa que Valeria no haría. Mientras transcurre la historia, Valentina y Valeria se van intercambiando sus vidas, por ejemplo, ella dos se cambiaban los días de exámenes de inglés y lengua y los días de exámenes de matemáticas. Después de estar un tiempo así probaron a intercambiarse en su propia casa, durmiendo con los padres de sus dobles. Ambas quedaron sorprendidas después de ver a la familia de cada una. Valeria se asombra al entrar a la casa de la madre de Valentina por el desorden que había, todo lo contrario, en la casa de Valeria. Además, los padres de Valeria, a pesar de estar en un mal estado emocional, no se podían comparar con los cambios de carácter de la madre de Valentina por su depresión. Y así durante gran parte del libro. Y cuando Valentina se va de la ciudad, después de suplantar a Valeria durante un tiempo, Valeria y Simón acabaron siendo pareja.
En conclusión, a mí este libro me ha encantado. Es de los mejores que he leído. Me parece muy buen argumento e historia. Y el lenguaje literario me parece muy bueno, y para una persona adolescente como yo se puede comprender el libro perfectamente. Os recomiendo mucho este libro de Isaac Rosa, llamado W.