Escuadrón
Autora: María Helena Fernández Oller
Curso: 2º ESO B
IES Martín García Ramos, Albox (Almería)
¿Alguna vez te has preguntado, querido lector, como sería no poder admirar el firmamento, que se encontrara tras decenas de capas de escombros espaciales, cada cual más remota que la anterior? Mi nombre es Spensa, alias Peonza, y te aseguro que no hay sensación más angustiosa.
Hasta hacía setenta años, la humanidad había navegado en una masiva flota espacial cuya nave principal era la enorme Desafiante. La flota se desplazaba por el espacio unida y en paz, como la sociedad debía estar. Pero cuando mi abuela era niña, nos estrellamos en nuestro actual planeta, Detritus, y fue como si hubiéramos comenzado de cero. Nos reorganizábamos en tribus pequeñas, por temor de que nos exterminaran. ¿Qué quién nos atacaba? Oh, amigo, jamás querrías ver a los krells. Sus imponentes naves estelares se cuelan entre los cinturones de escombros y disparan contra nuestros cazas y la base Alta, donde se forman los pilotos.
Desde que nací, deseé ser una y reclamar las estrellas, como decía mi padre. Volar cada vez más alto y sentir que podía conquistar el cielo. Y el día que mi padre me llevó a la superficie por vez primera, cuando pude adivinar el brillo tenue de las estrellas más allá de los cascotes, mi sueño se volvió completamente real y supe que estaba destinada a ser una piloto.
Sin embargo, ese también fue el día de la Batalla de Alta, en la que mi padre abandonó a su escuadrón en mitad de la lucha, convirtiéndose en el mayor traidor jamás conocido. Y así mis posibilidades de cumplir mi sueño se volvieron nulas.
Conforme crecía seguí empeñada en volar y en limpiar el nombre de mi padre. La yaya me relataba como era la vida en la Desafiante; según ella, nosotros éramos los técnicos de motores y podíamos escuchar las estrellas.
La propia Férrea, líder de la Federación de vuelo, tenía intención de prohibirme hacer el examen de piloto. Unas horas horas antes del examen, dándolo ya por perdido, me fui de exploración a las cavernas exteriores, y ¿a que no sabes qué encontré? ¡Una nave! Tirda, estaba echa polvo y sucia, pero jamás había oído hablar de un caza tan sofisticado como aquel. Con las fuerzas renovadas,
asistí al examen. Todo fue como Férrea planeó, a pesar de mi ilusión, pero Cobb, el mismísimo compañero de ala de mi padre, piloto ya retirado, se ofreció a incluirme en su clase. Formaría parte del escuadrón Cielo, cuyo líder yo detesté desde el principio.
Pero aquello no era el patio del colegio. Estaba a punto de sumergirme en el mundo de los pilotos y de alcanzar el cielo y no precisamente para dar un paseo.
Si había recibido aquella oportunidad, me dije, la aprovecharía. Practicaría, horas, días y semanas. Volaría hasta tener la piel de las manos pelada de tanto sostener los mandos, hasta que un día pudiera volar con mi escuadrón y enfrentarme a los krells. Hasta que pudiera borrar la palabra traidor del historial de mi familia. Sin embargo, desde el primer día de clases de vuelo me invadió una tremenda ansiedad. ¿Y si yo era una traidora como mi padre, e iba a abandonar a mis compañeros cuando más me necesitaran? ¿Y si la nave era krell?
Lo cierto es que comenzaba a escuchar las estrellas… ¿Quieres descubrir mi historia? Brandon Sanderson la ha representado a la perfección, una obra magistral; es apasionante, emotiva y llena de momentos que te harán replantearte quién eres y por qué estás aquí, ya que muchas se veces se cuentan mentiras para ocultar verdades aún más ínfimas.
Prepárate para el despegue. No olvides el casco…