El rey Arturo y sus caballeros de la tabla redonda
Autora: Cristina Belén Agudo Cordero
Curso: 2º ESO
Centro: IES Jabalcuz (Jaén)
Mirar aquel libro me llevó a un momento que no pensaba que iba a terminar. Me transportó a aquel verano. Desde el momento en que toqué su portada hasta que pasé su última página.
Recuerdo muy bien el día en que cogí por primera vez ese libro. Pocos días después de empezar las vacaciones vi a mi hermana con él, un libro que me llamó la atención. Por aquel entonces, mi único objetivo era encontrar un nuevo hobby con el cual pasar aquellos meses de verano sin sentir un gran aburrimiento. A partir del momento en que abrí el libro y empecé a pasar sus hojas, ya no volví a saber nada de ese sentimiento.
No podía separarme de aquel objeto que me abducía con sus historias. Era como si dependiera de él, pero la verdad es que no me disgustaba. Cada vez que pasaba una página, me sentía inspirada. Como si pudiera derrotar a cualquier ejército sin importar el número de soldados (por supuesto, es una metáfora). Cada vez que leía una aventura era como si yo misma la protagonizara. Aunque utilice las palabras más sutiles y precisas, no podría expresar ese sentimiento tan satisfactorio.
Desde la primera página aprendí muchos aspectos de la Edad Media: cómo estaba dividida la sociedad, pueblos conquistados y por conquistar, las costumbres de los caballeros, el desenvainar de sus espadas, sus lealtades y traiciones, y su unión alrededor de una famosa Mesa Redonda.
Me sorprende cómo un autor (Roger Lancelyn Green) puede tener o adoptar unas habilidades, tan impresionantes como inigualables, para presentar a personajes tan conocidos de manera que el lector se sienta completamente compenetrado psicológicamente con ellos. Es como si los hubiera creado para ti.
La verdad es que hay algo que se escapa a mis conocimientos. No comprendo cómo las palabras pueden expresar tantas sensaciones, cómo con el uso del lenguaje el autor puede transmitir e inspirar sus sentimientos y pensamientos a los lectores; cómo, tras un papel, puede mostrarse a sí mismo. La literatura es un gran misterio.
Pero, cómo no, todo tiene un final y ese libro también lo tenía, y por ello me sentí desolada. Al terminar la última página y ver que al otro lado no había nada, un sentimiento de vacío se apoderó de mí. Y el aburrimiento regresó a mi lado. Esto me hizo dejarlo de nuevo en el lugar de donde procedía, la estantería de la biblioteca, deseando que otros lectores pudieran compartir mi experiencia.
Después de todo lo ocurrido, intenté hacer algo nuevo, algo que me representara. Así que “pasé página”, cogí una hoja y empecé a hacer grafos con un sentido para mí, o, mejor dicho, a escribir. Ya que el libro tuvo un final, yo decidí crear el mío propio. Todo lo que te puede dar un libro…
Esto se me reveló en un segundo al admirar de nuevo aquella empolvada portada. Retiré el polvo, abrí el libro y me acerqué sus páginas a la nariz. Al olerlo, viajé de nuevo a un verano que nunca olvidaré. Todo esto se lo debo a El rey Arturo y sus caballeros de la Tabla Redonda.