La vuelta al mundo en ochenta días
Nombre: María del Carmen Gómez Gutiérrez
Curso: 2º ESO A
Centro: IES Peña del Águila (Mancha Real, Jaén)
Al minuto de leer, con dulce ansia, la última página de Las aventuras de Tom Sawyer, ya andaba distraída en Matemáticas pensando en cuál sería la siguiente aventura que viviría de mi lista “Clásicos indispensables para evadirte de la realidad en los cambios de clase”.
Buscaba, en especial, un protagonista ambicioso, de personalidad tremendamente definida en cualquier aspecto, que cada vez que ocurriese algo a su alrededor, mi corazón me diese uno de esos indescriptibles puñetazos en el pecho que tanto duelen y fascinan al mismo tiempo.
Verne era mi hombre, y un ejemplar un poco antiguo de La vuelta al mundo en ochenta días era mi libro. Sin ningún tipo de adaptación, solo traducido al español. Esto le daba aún más encanto.
Un gentleman inglés, Fogg, paciente e impasible, recorriendo el planeta junto a su criado francés, Passepartout, cálido y jovial, en unos escasos ochenta días, a costa de una apuesta. A la vista, simple.
Sin embargo, todo puede pasar de castaño a oscuro si añades especulaciones erróneas sobre un robo, chicas a punto de ser sacrificadas por tribus parsis, largo etcétera.
Ya fuese la trama, aquel par de hombres, el tiempo o el espacio, cada capítulo era un refugio. De todo el barullo y el nerviosismo que me rodeaba, como una cúpula en medio del caos. Ciertas personas intentaron romperla, a veces lo permitía por varios segundos, otras, ni uno. Dependía de si ese momento me llevaría a una conversación interesante o a un escueto “¡No leas tanto, mujer!”
En el segundo caso, haría oídos sordos y seguiría cautivándome más y más por la reflexión de aquel viaje a medida que pasaba las hojas. Como Fogg, a pesar de su frialdad, estaba descubriendo su llama: un motivo de ser, una felicidad y una compañía como lo era Passepartout o las curiosas personas que encontró en su travesía.
Sin olvidar, cómo cualquiera puede identificarse con todo elemento de esta historia, viajar sin moverse, escapar de su rutina o hallar su lugar cuando se siente apartado, distante del suyo. Sí, en una serie de sucesos que nunca pasaron, pero que Verne y su magia te hacen pensar y sentir lo contrario.